El nuevo y espectacular restaurante que ofrece las mejores vistas de Granada en 360 grados

Granada es preciosa se la mire por donde se la mire, pero dicho esto, también es cierto que, si se encuentra un emplazamiento donde la ciudad pueda ser contemplada en todo su esplendor –o, si se prefiere, en una perspectiva de 360 grados- entonces se habrá conseguido algo muy parecido a la perfección.
Es precisamente lo que se ha logrado en la Terraza Mirador de San Antón, que se anuncia sin complejos como el lugar «con las mejores vistas de Granada» y posiblemente esté en lo cierto. Porque desde allí arriba no sólo se ve la Alhambra, ese conjunto monumental que desequilibra cualquier balanza cuando toca comparar.
Eso, de por sí, ya merece la pena. Pero es que desde la terraza se ve, por ejemplo, lo que hay más arriba, ese cerro coronado por la ermita de San Miguel Alto. O, mirando desde ese punto hacia la derecha, el Veleta y otras cumbres de Sierra Nevada, que aunque en verano, ay, han perdido su blancura pero siguen siendo conservando su belleza.
También es posible deleitarse observando los barrios históricos del Albaicín y el Realejo, o entretenerse en localizar y ubicar varios templos diseminados por el centro de la ciudad, empezando por la catedral y siguiendo por el monasterio de San Jerónimo. O mirar el curso del río Genil, que queda justo bajo el edificio, y de ahí seguirle la pista mientras se adentra en la vega. Todo, absolutamente todo, merece la pena.

La Terraza Mirador de San Antón es la guinda del proyecto que ha acometido la cadena hotelera Eurostars en este céntrico y bien situado hotel, un histórico de la capital granadina al que ha sometido a una necesaria reforma. Mantiene señas de identidad de siempre, como sus ascensores transparentes que recorren la fachada, pero ahora el hotel tiene más empaque, más clase.
Centrándonos en la azotea, se ha prescindido de la pequeña piscina y se ha dedicado ese espacio a un solárium, mientras que el resto del espacio lo ocupa el restaurante, con un salón interior para cuando el frío y el exceso de calor lo hacen, más que aconsejable, imprescindible, y una amplia zona exterior decorada con muchísimo gusto.
Una cena allí es una experiencia para los sentidos. Los colores del atardecer son difíciles de describir, pero la progresiva conversión del cielo azul en naranja hasta que deviene en negro es un espectáculo que se saborea desde la mesa casi con el mismo apetito que la carta Y ya va siendo hora de que se entre en esa parcela, por cierto.
A la hora de confeccionarla, en Eurostars han combinado la esencia mediterránea tradicional con algún toque de modernidad, aunque sin excederse en eso último ni caer en el barroquismo. Lo demuestran platos simples pero bien presentados y elaborados como el chicharrón de Cádiz, la ensaladilla rusa con ventresca de bonito o las patatas bravas, todos ellos ideales para ir al centro de la mesa y compartir entre los comensales.

Para el plato principal hay varias ofertas más que recomendables: pescados como el lomo de bacalao confitado o el salmón con costra de pistacho, carnes como la carrillera de vaca a baja temperatura u opciones a la brasa tanto de lo uno –pescado de la lonja de Motril- como de lo otro –Entrecote de vaca madurada-.
También hay opciones más informales, como la hamburguesa de vaca, el sándwich club o el brioche de cordero, y los postres desde luego no desmerecen: un surtido de helados es un colofón perfecto para una comida que se marida con una carta de vinos más que correcta, con botellas de las más conocidas denominaciones de origen españolas.
Allí se va para estar relajados, la prisa no forma parte del menú; ni siquiera está permitida. La velada, después de finalizar la cena, se puede prolongar con una copa o un cóctel mientras se habla en voz no muy alta para no romper el ambiente y se disfruta de una ventaja añadida: al entrar aire por todos los rincones, se está bastante más fresquito que en la calle. Y eso, en el verano granadino, es sin duda una ventaja.
ABC.es