Niños ‘hipnotizados’ por la pantalla: esto pasa en su cerebro

¿Sabe cuánto dura una emoción en el cerebro? 90 segundos. Ahora, sin perder de vista ese dato, reflexione en lo siguiente: Cocomelon, el popular programa infantil con 190 millones de suscriptores en su canal de YouTube, tiene más de 35 cambios de plano por minuto. En otras palabras, las escenas –llenas de animaciones coloridas, personajes y canciones pegajosas– duran menos de dos segundos dentro de capítulos que promedian los 45 minutos. Mientras hace los cálculos mentales para comprender mejor las cifras, imagínese todo lo que debe procesar un bebé o niño cada vez que está frente a esos contenidos. Obviamente, al estar expuesto a esta lluvia torrencial de estímulos, no tiene tiempo para asimilar tanta información. A pesar de ello, la atención a lo que está viendo no parece perderse. ¿Casualidad? Ninguna. ¿Peligros? Varios.
SobreestimulaciónCon el avance de la tecnología, los dibujos para niños claramente cambiaron; sin embargo, a pesar de esta realidad que muchas veces se pasa por alto, todo empieza a través de una pantalla. La sobreestimulación se comienza a generar aquí con la gran cantidad de información sensorial que se recibe en corto tiempo. Una situación que al día de hoy –y en el futuro– parece inevitable.
“Digamos que el niño tiene 11 meses o un año y la mamá ya quiere que sepa las letras del abecedario, todas las vocales o que conozca todas las formas. Como que es más fácil ponerlo frente a una tablet, un celular, en el televisor, porque decimos: ‘el video es educativo’. Pero estos estímulos captan la atención del bebé o niño porque tienen, sobre todo, mucha luz, muchos sonidos y cambios de tomas muy rápidos. Cuando hacemos esto de forma desmesurada o muy temprana, lo que vamos a hacer es que el niño no tenga esa paciencia, no sepa esperar o no tenga momentos de ocio porque está acostumbrado a las pantallas y todo lo que ellas generan”, explica la neuróloga Marllory Sisniegas de la Clínica Ricardo Palma.
Continúa poniendo la siguiente situación: “si está en un momento en el que no hay esos sonidos, esos estímulos, pues se va a desesperar o de repente le va a perder interés a alguna actividad motora. Por ejemplo, digamos que le estamos poniendo un rompecabezas o algo similar de insertar piezas y como quizás no tiene ese estímulo sonoro, visual, puede perder la atención en eso”.
Dany Araújo, coordinadora del Programa de Doctorado en Psicología de la Universidad Cayetano Heredia, aclara que cuando nosotros hablamos de la estimulación temprano o infantil, lo que se está estimulando son capacidades cognitivas, como la atención, memoria o creatividad, que son básicas para el aprendizaje. “Si bien es cierto que estos contenidos están facilitando todo este proceso de desarrollo psicológico en el niño, esto va a sumar en la medida en que pueda ser asimilado, es decir, en que facilite comprender bien el estímulo, que facilite tener bien claro los elementos que forman parte de ello”.
¿Qué pasa cuando existe sobreestimulación? La profesional indica que en ese caso el estímulo no es captado con la nitidez correspondiente, sobreponiéndose a otros. “Entonces, la información no cumple su función y hace que exista una mala interpretación de lo que se recibe, que condiciona a que el niño fragmente la información y pueda llevarlo a tener dificultad para lograr un aprendizaje, así como saturar la mente”.
Y agrega: “Muchos de estos estímulos son bastante activos como musicales, auditivos, que hacen que puedan activar otros elementos neuropsicológicos, generando que el niño se prenda de esta situación y busque, posteriormente, esa misma sensación, que es el estímulo frente a la pantalla. Y cree un hábito que puede ser perjudicial para su salud más adelante”.
Programas infantilesCocomelon es solo una muestra de lo que son los contenidos infantiles en la actualidad con el impulso del streaming. Elvira Perejón, maestra y especialista en neuropsicología infantojuvenil, analizó para El Confidencial otras caricaturas bastante consumidas por los pequeños con un resultado parecido. “Paw Patrol baja a unos 25 cambios de plano por minuto (y sigue siendo rápido). Por otro lado, Bob Esponja tiene aproximadamente 35 cambios de plano por minuto (aparte de no ser nada adecuado para el público infantil), mientras que Percherón Remix de La granja de Zenón llega a 39”, comentó en entrevista con ese medio.
Si retrocedemos en el tiempo, alejándonos de los dibujos antes mencionados, que lideran en los servicios de contenido multimedia, notaremos grandes cambios en el ritmo en cada puesta en escena. El psicólogo Alberto Soler realizó una comparación, encontrando que, por ejemplo, animaciones más antiguas como Caillou (entre 12 y 14 cambios de plano por minuto), Pocoyó o un clásico como Tom y Jerry (8), son opciones más recomendables por tener más pausa, según recoge el medio español ABC. En esa línea, The New York Times, en un artículo sobre Plaza Sésamo, cuenta que en los primeros años de la serie “se producían unos 130 episodios de una hora de duración al año, una cifra ahora inaudita (a veces se emitía hasta cinco veces al día)”.
“Como profesional y también por experiencia porque he visto los dibujos antes y puedo contrastarlos con los de ahora, me pongo a pensar en un dibujo específico como Mi pequeño pony. Los ponis tienen muchos colores, en las colitas, en las crestas, las figuritas que tenían en el cuerpo, entonces, si haces un contraste y ves los colores que tenían, a pesar de que eran variados, eran muy suaves, no saturaban con respecto a otros dibujos de ahora como Paw Patrol o Peppa Pig, con colores estridentes, muy resaltantes. Estos mismos colores y estas pantallas impactan también el tema de la visión de los niños”, explica Sabrina Vásquez, directora de la carrera de Educación Inicial de la Universidad Autónoma del Perú.
Otra diferencia que encuentra está en la proximidad de los episodios. Mientras que hoy con YouTube o cualquier plataforma digital los contenidos parecen no tener fin, antes del boom tecnológico había que esperar un día o semana para ver una nueva entrega.
“En los dibujos de antes te decían, ‘¿qué pasará en el siguiente capítulo? No te lo pierdas, míralo a la misma hora por el mismo canal’, ¿no? Sin embargo, ahora no, ya sabes qué va a pasar. Ese espacio que te daban antes, entre capítulo y capítulo, le permitía al niño hasta incluso soñar y decir, ¿qué va a pasar? Se imaginaba qué podía suceder en el siguiente capítulo del dibujo animado”, recalcó Vásquez.
Dany Araujo agrega otro elemento a la reflexión: el tiempo delante de las pantallas, así como las actividades que tenían en el pasado los niños en sus jornadas diarias.
“Hace 10 años, mientras que los adultos tenían un promedio de 2 horas frente a una pantalla y los niños 2 horas y media, más o menos, ahora los adultos, en general, se mantienen en ese récord, pero los niños han avanzado entre 4 a 5 horas, siendo prácticamente el doble o más. Incluso, existe la situación de que la exposición se da en horarios nocturnos, fuera de la actividad que debería tener un niño”. Y cierra: “Muchas veces se espera que, para la estimulación, los contenidos actuales tengan que ser muy atractivos, muy recreativos. Anteriormente, había otros medios para conseguir ese mismo proceso de aprendizaje”.
Los riesgosHay una característica innegable cada vez que los infantes miran las caricaturas de ahora: más allá de algún gesto que exprese cierta emoción, parecen estar hipnotizados. Y es que con cada play no solo se pone en marcha el dibujo, sino la adicción a ellos. “Si un niño está mucho tiempo frente a la pantalla, no tiene una interacción de movimiento, simplemente se limita a mirar algo que no puede compartir con alguien que tal vez esté al costado, ni con sus mismos padres. El tema de las salidas sociales también está en riesgo”, señala Sabrina Vásquez.
Añade que la creatividad está en peligro porque la puesta es tan rápida, que el niño no tiene tiempo de saber ni inferir qué puede pasar con el personaje. “La narrativa de los dibujos de ahora es muy corta, con falta de creatividad, que no permite que el niño desarrolle su lado creativo. El niño está expuesto a un contenido que prácticamente está listo y que no le va a permitir dejar algo a su imaginación”.
La narrativa de los dibujos de ahora es muy corta, con falta de creatividad, que no permite que el niño desarrolle su lado creativo
Asimismo, la especialista de la Universidad Autónoma del Perú menciona otros riesgos: “El desarrollo físico de los niños menores está también en peligro, debido a que cuando están frente a una pantalla hay un tema de sedentarismo. A eso se le suma el tema de la obesidad porque muchas veces están comiendo; al igual que los trastornos posturales cuando están mirando en la tablet o en los celulares. Esto es un riesgo muy fuerte para la columna. Otro riesgo es que el niño pierde la conexión emocional”.
Por su parte, Marllory Sisniegas considera que si a un bebé o niño se le sobreestimula de forma muy temprana, se puede crear una situación engañosa que tendrá impacto en la creatividad. “Aparentemente, en el momento los padres van a ver que el niño está aprendiendo a reconocer los colores, las formas; pero como ha estado tan expuesto a colores, sonidos y estímulos sensoriales, va a estar muy sobrecargado y no atravesará los procesos de aprendizaje de forma adecuada para su edad”.
Complementa diciendo que “esa sobrecarga lo que puede hacer es que luego, cuando se le quiere dar otra cosa o una actividad que es correspondiente a su edad, ya no va a tener esa atención. Algunos mencionan que se van a volver menos creativos o que de repente esa actividad ya no les llama la atención porque aparentemente ya asimilaron otras parecidas”.
La neuróloga de la Clínica Ricardo Palma añade que “si al bebé antes del año lo expusieron a pantallas y es cuidado por una persona que no lo estimula de forma adecuada, puede tener algún problema de lenguaje o de interacción social, que incluso a veces podría confundirse con autismo. Pero lo que sucede es que a ese niño solo le llaman la atención los estímulos provenientes de aparatos tecnológicos, mientras que los estímulos que vienen de las personas o de su ambiente aparentemente no le interesan”.
¿Se pueden usar bien?Si bien el empleo de pantallas en menores no es aconsejable, la Academia Americana de Pediatría también habla de ciertos beneficios, teniendo como principales responsables a los padres, quienes deberán regular el tiempo de uso, así como filtrar los contenidos que se vean; sin olvidar que serán ellos espejos en los que el niño se vea reflejado. Frente a esto se resalta la importancia de crear hábitos saludables, elaborando un plan personalizado para cada niño, sin dejar que estos dispositivos sustituyan actividades saludables para cuerpo y mente (como el sueño, el tiempo en familia y el ejercicio).
En ese sentido, la entidad sugiere que si desea introducir dispositivos digitales a niños de 18 a 24 meses: elija programación de alta calidad, utilice las pantallas junto con su hijo y evite el uso de pantallas en solitario.
En cuanto a los beneficios del uso de los dispositivos digitales, la institución sostiene que en niños y adolescentes ayudan a “exponer a los usuarios a nuevas ideas e información, sensibilizan sobre temas y eventos actuales, promueven la participación comunitaria y ayudan a los estudiantes a trabajar con otros en tareas y proyectos”. Frente a temas positivos en la parte social, “permiten que las familias y los amigos se mantengan en contacto, sin importar dónde vivan, mejoran el acceso a valiosas redes de apoyo, especialmente para personas con enfermedades o discapacidades”, y pueden ayudar a promover el bienestar y algunos comportamientos saludables, como dejar de fumar o comer sano.
En todo caso, para estimular de manera correcta a través de los nuevos programas infantiles, la elección de contenidos será clave. “Hay ciertos dibujos que son interactivos a través de preguntas, por ejemplo Dora, la exploradora, que permite a los niños dar una respuesta, a pesar de que sabemos que ella no los va a escuchar. Se trata de dibujos que sí podrían ser un poco más pausados y que necesitan una respuesta, logrando que el niño tenga chance de reflexionar sobre qué va a pasar”, concluye Vásquez.
Problemas emocionales
La OMS ha declarado que hasta los 2 años no debe haber nada de pantallas (eso incluye la TV). Foto:iStock
Pasar demasiado tiempo frente a las pantallas puede causar problemas emocionales y de comportamiento en los niños y esas situaciones podrían llevarlos a pasar aún más tiempo conectados. Así lo concluyó una investigación publicada hace unos días en la revista Psychological Bulletin, de la Asociación Americana de Psicología.
La investigación, en la cual se revisaron 117 estudios, que abarcaron datos de más de 292.000 niños de todo el mundo, encontró que cuanto más tiempo pasaban los niños frente a las pantallas electrónicas, mayor era la probabilidad de que desarrollaran problemas socioemocionales, incluyendo los internalizados, como ansiedad y depresión; así como problemas externalizados, como agresividad e hiperactividad. Pero, además, se estableció que los niños que experimentaban problemas socioemocionales eran más propensos a recurrir a las pantallas como forma de afrontarlos.
Según los investigadores detrás del análisis, estos hallazgos sugieren que los padres deberían ser cautelosos con las pantallas y restricciones que permiten a sus hijos.
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