Crece la batalla global por atraer a los mejores talentos del mundo

En todo el mundo, los gobiernos están compitiendo para construir universidades de clase mundial. Desde la iniciativa Exzellenz de Alemania hasta los “Institutos de Eminencia” de la India, el objetivo es el mismo: cultivar instituciones que atraigan y nutran a los mejores talentos globales, realicen investigaciones de vanguardia e impulsen la innovación y el crecimiento. Pero hay mucho en juego en Estados Unidos y China, dada la creciente competencia entre las dos economías más grandes del mundo.
La lucha por liderar en la educación superior va más allá del prestigio. Las universidades de élite afectan el rendimiento económico de innumerables maneras, entre ellas fomentando la innovación, impulsando la productividad y aumentando los ingresos individuales. Los graduados de instituciones de primer nivel tienen más probabilidades de convertirse en científicos, inventores y empresarios. A nivel nacional, los países con mayor calidad universitaria promedio tienden a disfrutar de un desarrollo tecnológico más rápido y una mayor productividad.
(Siga leyendo: ¿Cómo se lidera un colegio preparado para el futuro?)
Hace unos años, cualquier comparación entre la educación superior estadounidense y china no habría sido discutible. Durante décadas, las universidades estadounidenses han dominado los rankings mundiales, con instituciones como el MIT, Stanford y Harvard formando el núcleo de los centros de innovación que han sido parte integral del liderazgo científico global y el dinamismo empresarial del país. Muchas de las empresas más valiosas del mundo, incluidas Google, Meta, Nvidia y Tesla, fueron creadas por graduados de universidades de élite de EE. UU.
La mayoría de las veces, esos graduados no eran estadounidenses. Más de la mitad de las startups de miles de millones de dólares de Estados Unidos tienen al menos un fundador inmigrante, y una cuarta parte de ellas fueron lanzadas por personas que llegaron por primera vez a los EE. UU. como estudiantes internacionales. Esto apunta a una fortaleza clave del sistema universitario de Estados Unidos: su capacidad para atraer a los mejores talentos del mundo. Los estudiantes internacionales representan el 14 % de la matrícula en las principales universidades de investigación de Estados Unidos y el 28 % en instituciones de élite, como las universidades de la Ivy League, Stanford y el MIT.
En el año académico 2023-24, los estudiantes internacionales contribuyeron con casi $44.000 millones a la economía de EE. UU. y apoyaron más de 378.000 empleos.
Pero el continuo dominio de Estados Unidos en la educación superior está lejos de estar garantizado. Si bien las instituciones estadounidenses (y europeas) siguen liderando los rankings mundiales, las universidades chinas las han ido superando rápidamente en los últimos años. En los rankings de QS y Times Higher Education, las universidades de Pekín y Tsinghua se han colado entre las 20 primeras. Y en el Índice de la Naturaleza 2025, ocho de las diez principales instituciones de investigación mundiales tienen su sede en China, siendo Harvard y la Sociedad Max Planck, de Alemania, las únicas instituciones occidentales que pasaron el corte.
Además, la Universidad de Zhejiang, que se ha inspirado en Stanford, ha ayudado a transformar Hangzhou en un Silicon Valley chino, con un vibrante ecosistema de startups respaldado por un fuerte apoyo gubernamental y una activa colaboración entre la universidad y la industria. La potencia de IA DeepSeek surgió en Hangzhou.
Las universidades chinas son particularmente fuertes en los llamados campos STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). China produce ahora unos dos millones de graduados en ciencias e ingeniería al año, más del doble que en Estados Unidos. Los títulos de ingeniería comprenden el 33 % de todas las calificaciones de pregrado en China, en comparación con solo el 8 % en los EE. UU., y más de 600 universidades chinas ahora ofrecen programas de pregrado en IA. Hoy en día, casi la mitad de los principales investigadores de IA del mundo son de origen chino, y un número cada vez mayor de ellos elige trabajar en China.
Estos desarrollos no son casuales. Más bien, reflejan tres décadas de compromiso gubernamental sostenido, ejemplificado por iniciativas como el Proyecto 985 y el programa de Construcción Doble de Primera Clase. Y el progreso continuo está prácticamente garantizado: a principios de este año, China lanzó una estrategia nacional destinada a convertir al país en una “potencia educativa con influencia global” para 2035, particularmente en áreas como la inteligencia artificial, los semiconductores y la robótica.
Sin duda, el impulso de China para liderar la educación superior se enfrentará a considerables vientos en contra. La investigación de vanguardia y la innovación revolucionaria exigen libertad intelectual y académica: la libertad de cuestionar las ideas prevalecientes, explorar nuevos conceptos y actualizar los modos de pensamiento. Como han advertido los críticos, el estricto control del Partido Comunista de China sobre las universidades y los medios de comunicación no es propicio para nada de esto.
No obstante, el compromiso de China con el fortalecimiento de la educación superior es claro. No se puede decir lo mismo de Estados Unidos, donde la administración del presidente Donald Trump ha declarado la guerra a las principales universidades en nombre de la lucha contra el supuesto sesgo ideológico. Esto ha incluido la congelación de miles de millones de dólares en fondos de investigación y la exigencia de reformas radicales por parte de instituciones como Harvard y Columbia, desde cambios en los planes de estudio hasta la eliminación de programas de diversidad. Mientras tanto, la administración Trump ha tratado de revocar y restringir las visas para estudiantes internacionales.
Aunque los ataques de la administración Trump se han encontrado con cierta resistencia por parte de las universidades, ha habido al menos la misma capitulación. Ahora, la confianza en la educación superior se está desplomando y las solicitudes extranjeras están cayendo drásticamente, una tendencia que sin duda se ve agravada por la represión migratoria más amplia de Trump. Estos desarrollos ponen en peligro no solo la libertad académica de Estados Unidos, sino también la ventaja económica, científica y tecnológica de larga data de Estados Unidos.
Solo cabe esperar que los ataques de la administración Trump a la educación superior sean efímeros, y que Estados Unidos vuelva a comprometerse con la promoción de la libertad académica, la acogida de estudiantes internacionales y el apoyo a las universidades como incubadoras de ideas innovadoras. Con China invirtiendo fuertemente en la construcción de universidades de clase mundial, cortejando talentos extranjeros y fortaleciendo los lazos entre la industria y la academia, Estados Unidos no puede darse el lujo de dar por sentada su primacía académica. La forma como se desarrolle la “carrera de cerebros” global podría afectar el liderazgo tecnológico, el poder económico y la influencia geopolítica en las próximas décadas.
(*) Profesor de Economía en la Universidad de Corea, es ex economista jefe del Banco Asiático de Desarrollo y ex asesor principal de asuntos económicos internacionales del presidente de Corea del Sur.
eltiempo