'Estamos más programados y condicionados de lo que imaginamos': Lama Rinchen Gyaltsen, monje budista

Su nombre empezó a estar más presente durante los tiempos difíciles de la pandemia. Día a día, miles de personas de los países de habla hispana buscaban las meditaciones y las enseñanzas que impartía de manera virtual desde el Centro Budista Sakya, en Alicante, España. Lama Rinchen Gyaltsen comenzó así a ser una presencia cercana para muchos en ese momento de incertidumbre. “Pensamos que ese pico de interés se debía a la pandemia. Las personas estaban confinadas, con mucha ansiedad, y necesitaban herramientas terapéuticas para mitigar el estrés, la soledad”, dice el Lama. Sin embargo, la intención de escucharlo no decayó cuando pasó el periodo de crisis.
Al contrario: la presencia de este monje budista —que nació en Uruguay, creció en Estados Unidos y se formó en la India, Tíbet y Nepal— se ha vuelto fundamental para cientos de miles de hispanoamericanos que siguen sus palabras. En países como México, Argentina, Colombia o Chile, el entusiasmo por sus enseñanzas no para de crecer. La semana pasada estuvo en Bogotá y dictó un seminario de tres días ante un auditorio lleno.
¿Cómo explica el interés que se vive hoy por el budismo en países latinoamericanos?Hay un despertar de conciencia. Es una frase un tanto ambigua, pero quiere decir que existe un segmento de la población que tiene una apertura muy diferente. Son personas que necesitan un modelo de vida en el que puedan tener herramientas para entrenar su mente, desarrollar un código ético, definir su propia felicidad, adueñarse de sus estados internos. Ese tipo de conciencia —que ha pasado el individualismo y empieza a sentir la necesidad de reconectar, de buscar una visión integral, holística— es receptiva a escuchar las enseñanzas sobre la originación dependiente, el karma, sobre responsabilizarse de su futuro, de su conducta, de su salud. Estas personas son las que están interesadas en el Dharma, en la filosofía y la práctica budista.
Seguir ese camino significa un gran compromiso. No se trata de ir en busca de ‘la receta para’...Es un tema interesante. Porque hoy muchas personas, en vez de querer profundizar y lograr una solución sostenible, buscan tips para sentir una gratificación inmediata. Tratan de neutralizar un síntoma desagradable sin ir a la raíz del problema, sin hallar la causa fundamental ni crear un nuevo estilo de vida que realmente los mejore. Quieren la frase que hay que decir al despertarse para cambiar de actitud, la lista de las tres cosas por hacer si se enfrentan a una situación difícil o los desborda la ira. Buscan un resultado rápido y poca implicación. Es casi lo equivalente a ir al médico y decir: tengo este problema, pero no me pidas que cambie mi dieta ni que haga ejercicio. Dame una píldora pequeñita, que sepa dulce y que resuelva el problema. Pero ahí la casa ya está encendida. Lo que hay que hacer es todo un trabajo preventivo.
Y el budismo enfatiza en ese trabajo profundo y previo, sin esperar a que ‘la casa ya se esté quemando’... Porque lo otro es solo una tirita, algo que enmascara una situación y no atiende a las causas fundamentales. Pero también se trata de una pregunta legítima que hay que atender. La idea es decir, bueno, a corto plazo puedes hacer esto, pero sería mejor si investigas, por ejemplo, por qué te enfadas, qué botones te están apretando para que eso pase, por qué ciertos tipos de personas detonan siempre estas respuestas en ti.

Los cursos y enseñanzas que imparte Lama Rinchen se encuentran en la página www.paramita.org Foto:Milton Díaz
Definitivamente no. Aún somos el gran desconocido. No sabemos cómo funciona nuestra mente, cómo se encadenan nuestros pensamientos. Estamos apuntando hacia afuera. Incluso hay cierto miedo de conocernos. Nos inquieta el silencio, tratamos de llenarlo con ruido, con conversaciones insignificantes. Simplemente para no estar presentes, no descubrir nuestras inconsistencias, el caos interno. Eso siempre ha existido. Pero este fenómeno de querer buscar una solución rápida, un hackeo, es algo nuevo. Creo que ha surgido en los últimos cinco años.
¿Tiene que ver con las redes, con el rol de la tecnología?Tiene que ver con eso. Queremos que todo sea inmediato y corto. La atención también es hoy mucho más corta. Unos profesores universitarios me pidieron que los ayudara a hacer un protocolo para meditación diaria. Les dije, claro, podemos adaptar este que uso en unos cursos, que es de veinte minutos. No, no, me dijeron. Para estos estudiantes universitarios de 20 años tiene que ser de menos de tres minutos. No pueden estar sentados más de ese tiempo. ¿Cómo podemos entrenar la mente en menos de tres minutos si después estamos 23 horas y 57 minutos entrenándola de otra manera? Esos tres minutos no logran contrarrestar todo el otro condicionamiento.
Porque, además, la idea es que el estado de la meditación se extienda durante todo el día, ¿es así?Primero hay que desarrollar el laboratorio. La meditación formal en el cojín es la condición óptima para crear el mejor estado interno, para abrir camino y avanzar. En la medida en que el experimento de nuestra práctica formal sea exitoso, tendremos las fórmulas para extenderlo en todos los ámbitos de la vida, que son ambientes más hostiles. Cuando logremos cierta maestría vamos a poder elegir nuestro estado, independiente del contexto. Hoy en día las circunstancias dictan cómo nos sentimos. Estoy con un tipo de personas, escucho un tipo de música, voy a tal sitio, hago tal actividad porque todo eso “me hace sentir así”. Es algo que crea muchas dependencias. Apostar por hacer cambios externos para lograr un estado interno no es una solución sostenible. La meditación nos da las herramientas para poder elegir cada vez más qué pensamos, qué sentimos, qué atendemos. Elegimos nuestro estado interno sin que dependa de las circunstancias externas.
Aplicado en ese sentido, ¿solemos usar muy pocoel verbo elegir?Muy poco. Estamos más programados y condicionados de lo que nos imaginamos. Pensamos que somos adultos y podemos hacer lo que queremos. Pero caprichos y antojos no son lo que queremos. Esos son los prompts que surgen de la programación. Estamos casi forzados a querer y hacer. No podemos discernir con nuestra sabiduría qué nos conviene para después encaminarnos. No nos autodiagnosticamos correctamente. Somos mucho menos libres de lo que creemos y estamos saturados por la estimulación. Antes había que ver toda una película de noventa minutos para llegar al clímax dramático. Ahora todos los videos cortos son clímax. Hay tanto impacto que luego las interacciones cotidianas no tienen el mismo pico de estímulo. Es como comer con mucho picante: después de hacerlo tus papilas se esconden, se protegen, y la comida normal te sabe a aserrín. Hoy tratas de leer un artículo de dos páginas y mejor le pides a ChatGPT un resumen con la lista de los puntos más importantes.

“Nos inquieta el silencio, tratamos de llenarlo con ruido para no estar presentes": Lama Rinchen. Foto:Milton Díaz
En esta velocidad, exagerada por la tecnología, no hay una conciencia que abarque tiempo. No tomamos en cuenta, incluso, nuestra propia salud en el futuro. Esa es una de las prácticas más importantes que trato de enfatizar en el Dharma. Desarrollar amor bondadoso hacia nosotros en el futuro. Extenderlo diez años, veinte años y, si se puede, hasta el lecho de la muerte. De una forma romántica, lo planteo como escribir el último capítulo de tu vida. Que te imagines de 80 o 90 años y establezcas una alianza con los ideales de tu última versión, te comprometas a no hacer nada que traicione ese futuro yo. Si haces eso, vas a sentir mucha tranquilidad. Es verdad que habrá muchos capítulos por escribir, que tu vida va a tomar muchos giros, pero lo enfrentas con optimismo, con una sonrisa, porque sabes que no te vas a traicionar. Eso da mucha fortaleza y autoestima. No se pueden controlar todas las circunstancias, pero sí nuestro camino. Los vientos y las mareas vendrán, pero mi estrella norte es satisfacer los ideales de este futuro yo.
Usted habla mucho de la importancia de la paciencia, que a veces se confunde con debilidad o con pasividad. ¿Qué es ser paciente?Se suelen codificar estas cualidades espirituales en términos culturales. Entonces, de acuerdo con la mentalidad fundamentalista, paciencia se entiende como no te reveles, agacha la cabeza, ríndete y acepta lo que te tocó. Pero en el contexto espiritual, en el contexto del camino trascendental, la paciencia realmente quiere decir paz. Estar en paz, aunque haya adversidad. Hoy en día los altibajos nos afectan. Si las cosas van bien, nos sentimos bien; si las cosas van mal, nos sentimos mal. Paciencia es una cualidad que desarrollamos conscientemente y que nos lleva a sentirnos bien y en paz cuando las cosas no salen como queremos. A nivel profundo, paciencia también quiere decir tolerar la verdad. Porque tenemos nuestra versión de la realidad y después nos topamos con el presente. Si no toleramos la sorpresa de una verdad incómoda que pone en jaque nuestras creencias y demás, no avanzamos. No hay insight, no hay descubrimiento.
¿Cómo se produce esa paz frente a la adversidad? Aceptando el presente, que no significa ser pasivo. No es cruzarse de brazos y dejar que el mundo te atropelle sin que te resistas. Quiere decir: yo tengo un plan, una expectativa, y enfrento ese momento con mi mejor disposición. Pero después acepto el presente y me reconcilio con la realidad. La mayoría de las veces, cuando las cosas no salen como queremos, nos resistimos, empujamos. ‘Hoy no puede haber tráfico’, ‘esto no es justo’. Pero el clima es lo que es, el tráfico es lo que es. Así que me adapto y cuando estoy en armonía con la realidad veo qué puedo aportar, qué cambios puedo introducir. La paciencia es indispensable. Es el tercer paramita para ser feliz. El cuarto es elegir ser feliz. Pero solo puedes hacerlo si primero estás en paz con la realidad.
Y tampoco es posible pensar en la felicidad propia sin considerar la de los demás...Hoy lo vemos como un juego que suma cero. Solo puedo ser feliz si supero, si gano, si derroto. Como si fuera algo material que no se puede compartir. Como si se tratara de llegar primero y adueñarse de esa felicidad. Porque, al no estar en control de nuestro estado interno, recurrimos a apoderamos de circunstancias externas que crean un simulacro de bienestar que de alguna manera compensa por no estar libres. Entonces todo el mundo está peleando por estos recursos. Quién tiene posiciones altas, quién tiene el último coche, quién tiene esta pareja, quién tiene este título, quién tiene este número de seguidores en las redes sociales. Pero siempre hay alguien por delante que crea envidia, alguien a nuestro lado que crea competencia, alguien que está por debajo que crea desprecio. Lo que llamo el dragón de tres cabezas. Ese es un estado emocional muy tóxico, muy dañino. La felicidad, desde la perspectiva del Buda, es libertad. No es satisfacer un deseo, sino estar libre del deseo. Para invitarnos a replantear lo que es la felicidad, usamos una palabra diferente: bienestar. El bienestar es lo que florece cuando nos liberamos de los velos, cuando nos quitamos las capas de distorsión que puede ser conductual —un mal hábito de vida—, emocional —una emoción negativa, como la ira—, egocéntrica —‘yo soy el eje del universo’— y cognitiva —que es no comprender realmente quiénes somos, ignorancia, confusión—. En la medida en que nos liberamos de esos cuatro velos, por sí solo surge bienestar. Estamos en más armonía con la verdad. Al acercamos a esa naturaleza, vamos a estar bien, contentos, somos suficientes. Y después, si pasa algo lindo en el mundo, lo disfrutas sin aferramiento, sin dependencia, sin adicciones.

Desde hace varios años el Lama realiza visitas frecuentes a países de América Latina. Foto:Milton Díaz
Esa fue mi primera reacción. Incluso cuando lo escuché me sentí un tanto insultado en mi inteligencia. Si estamos persiguiendo caprichos, tratando de satisfacer dependencias, no tenemos poder de elegir. Me viene a la mente Shantideva, este gran místico y poeta del siglo VIII en la India que dijo: el entusiasmo espiritual es aprender a encontrar alegría en algo que es virtuoso. Es decir, primero sabes lo que es bueno para ti y después eliges que te guste. En cambio, a nosotros nos gusta algo y no sabemos si nos va a matar. Da igual. Lo que se busca es gratificación inmediata. Pero para poder elegir lo que nos gusta, primero tenemos que estar en paz con nosotros mismos, con los demás y con la realidad.
Usted destaca siempre la compasión. ¿Cómo entender su importancia?De acuerdo con los grandes yoguis, la compasión es lo que más nos purifica, nos armoniza. Porque es lo más exigente. Es el polo opuesto a la distorsión del egocentrismo, donde estamos, por miedo, obsesionados con nuestras necesidades y nuestra preservación. Con mucha suerte, desarrollamos bondad. Eso ya es una exigencia. Pero la compasión nos lleva a dar un paso aún más grande: conectarnos con el sufrimiento del otro e interesarnos en ayudar. Es la demostración más pura del gran amor. Y a nivel espiritual es lo que más va a corregirnos. Nos hace más resilientes, más fuertes a tolerar lo inesperado y a lidiar con nuestras dificultades. A nivel social modifica nuestra identidad. Porque hoy la mano derecha corre desesperadamente a salvar el dedo gordo de la mano izquierda. Si abrimos el corazón para empatizar con otros, cambia nuestra perspectiva. Es lo que realmente nos va a llevar a evolucionar a una nueva etapa humana en la que podamos superar todos los retos que tenemos.
En www.paramita.org se ofrecen las enseñanzas y los cursos de Lama Rinchen Gyaltsen.
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