Vacaciones: el lujo inalcanzable de los mexicanos

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Vacaciones: el lujo inalcanzable de los mexicanos

Vacaciones: el lujo inalcanzable de los mexicanos

En el imaginario colectivo, las vacaciones son un derecho, un respiro necesario, una recompensa por largas jornadas laborales. Sin embargo, para millones de mexicanos, el sueño de descansar unos días lejos de casa es cada vez más un privilegio inalcanzable. Aunque la industria turística reporta cifras récord en destinos como Cancún, Los Cabos o Vallarta, la realidad es que la mayoría de los mexicanos no se van de vacaciones o lo hacen con presupuestos que apenas les permiten desconectarse. De acuerdo con datos de la Secretaría de Turismo y del INEGI, solo el 56% de los hogares mexicanos realizó al menos un viaje por placer en 2023. Es decir, casi la mitad del país no tuvo vacaciones. Entre quienes sí viajaron, la mayoría lo hizo dentro de su mismo estado o en un destino cercano, principalmente por la imposibilidad de costear transporte, hospedaje y alimentos fuera de su región.

Un estudio de la consultora Kantar reveló que los mexicanos destinan en promedio entre 7,000 y 15,000 pesos para vacaciones familiares de cuatro días, cifra que puede parecer modesta, pero representa hasta un mes completo de salario mínimo para muchas personas. Para quienes deciden aventurarse a destinos turísticos icónicos como la Riviera Maya o Baja California Sur, el gasto promedio por familia se eleva a 30,000 pesos, considerando transporte, alojamiento y alimentos. ¿El resultado? Endeudamiento, vacaciones cortas o, de plano, vacaciones canceladas.

Contrario al mito de que “los mexicanos vivimos de fiesta”, la realidad es que tenemos una de las medias más bajas de días de descanso pagados en la OCDE: apenas 12 días de vacaciones al primer año, muy por debajo de los 30 días que otorgan países como Francia o Brasil. Esto limita no solo la posibilidad de viajar, sino de planificar experiencias significativas de descanso que mejoren la salud mental y fortalezcan los lazos familiares.

A esto se suma el impacto de la inflación turística. Datos de la Asociación Mexicana de Agencias de Viajes indican que los precios de hospedaje y transporte aumentaron hasta 18% entre 2022 y 2024, principalmente por el encarecimiento de combustibles y la alta demanda en periodos vacacionales. Así, destinos nacionales que antes se consideraban “accesibles” -como Ixtapa, Acapulco o Huatulco- hoy son casi tan caros como viajar al extranjero.

La desigualdad es también evidente en los destinos elegidos: mientras las clases medias y altas optan por resorts en playas, viajes a Disney o escapadas a Europa, los mexicanos de menores ingresos -quienes logran salir- se inclinan por visitar familiares en otras ciudades o ir a destinos religiosos como la Basílica de Guadalupe o San Juan de los Lagos, donde los costos pueden ser más bajos si se cuenta con redes de apoyo. No sorprende que en Semana Santa o en días festivos largos, las centrales de autobuses estén llenas mientras los aeropuertos concentran apenas a un segmento reducido.

No hay que perder de vista el efecto psicológico: la falta de vacaciones profundas, de desconexión real, genera estrés acumulado que incide directamente en la productividad, el ausentismo laboral y la calidad de vida. Según la Organización Mundial de la Salud, México es uno de los países con mayor índice de estrés laboral en América Latina, y la ausencia de espacios de descanso dignos es un factor clave.

En contraste, la industria turística mexicana celebra un “boom” impulsado por la llegada de extranjeros, mientras el turismo interno —que debería ser motor de desarrollo regional y bienestar social— enfrenta retos crecientes. La conectividad aérea sigue concentrada en pocos aeropuertos, las opciones de alojamiento accesible son escasas y los paquetes “todo incluido” benefician más a cadenas transnacionales que a comunidades locales.

Si queremos un México más justo, urge una política pública que incentive el turismo interno para todas las clases sociales, con créditos accesibles, infraestructura turística diversa y campañas que fomenten destinos alternativos. Apostar por vacaciones dignas no es un lujo: es inversión en bienestar, cohesión social y salud mental. Y es, sobre todo, reconocer que el derecho al descanso debería ser eso: un derecho, no un privilegio.

Las vacaciones no deben seguir siendo el lujo inalcanzable de la mayoría. Mientras no enfrentemos la desigualdad que persiste en el acceso al turismo, seguiremos siendo un país donde viajar es un sueño para muchos y una rutina para pocos. México necesita, más que turistas extranjeros, ciudadanos que también puedan conocer y disfrutar su propio país

Eleconomista

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