Lo pagaremos caro

Lo tiene todo en contra, salvo la métrica del crecimiento económico. Está rodeado de adversarios menos al istmo del PIB y jura que su península resistirá”, escribía Enric Juliana el pasado domingo en referencia a la situación de Pedro Sánchez.
Añadía que “es verdad que el crecimiento del PIB ya no es sinónimo de felicidad social”, y somos muchos los que estamos advirtiendo que el crecimiento español -y muy particularmente el catalán- crea más problemas que soluciones, pero el gobierno español no está en disposición de escucharnos. Un gobierno menos acosado podría adoptar una actitud más cauta, podría intentar modular el crecimiento de sectores que basan su fenomenal crecimiento en la incorporación de migrantes poco cualificados que colapsan los centros públicos de enseñanza, presionan el mercado de la vivienda y, a la larga, supondrán un lastre insoportable para las pensiones. Pero sería como pedirle que cortara la rama en la que se asienta.
Gestionar la inmigración no es nada fácil pero ayudarían unos acuerdos de EstadoEl Banco de España ha venido en auxilio de esta política insensata sorprendiéndonos con la afirmación - contenida en su Informe Anual, publicado esta semana- de que “ las ganancias de productividad han sido más intensas en España que en el conjunto de la UEM a lo largo del período 2019-2024, especialmente en comparación con países como Francia y Alemania”.
Lástima que la afirmación no sea verdad. Si nos fijamos en el PIB por trabajador (que califica como “el indicador más utilizado y el que guarda una estrecha relación con la renta per cápita”), no ha habido ninguna “ganancia de productividad” en España en los últimos cinco años, sino una pérdida del 2%. También las ha habido en Francia (2,4%) y en Alemania (0,8%), pero ¿qué consuelo es éste? La diferencia es que las pérdidas en estos dos países son circunstanciales, mientras que la debilidad de España persiste desde antes de 2000. En cambio, y en este quinquenio, ha habido una minúscula mejora en la UEM en su conjunto, avances significativos (entre el 4 y el 5%) en Suiza, Suecia, Portugal y Dinamarca, y muy grande (del orden del 10%) en EE.UU.
Mientras, el equivalente británico de la Airef , la Office for Budget Responsibility, ha advertido de lo que muchos venimos advirtiendo: que la incorporación de un migrante poco calificado no supone un alivio de las cuentas públicas, sino un coste neto importante, del orden de las 151.000 libras a lo largo de su vida.
Las migraciones son un fenómeno muy complejo, con aristas económicas, culturales y sociales, que afecta a mucha gente de forma muy diversa. Basta con ver lo que está pasando en nuestro entorno para captar que es susceptible de desestabilizar el consenso social y envenenar la vida colectiva. Gestionarlo no es nada fácil, pero ayudaría que la oposición estuviera abierta a la construcción de acuerdos de Estado en vez de obsesionarse en la destrucción del gobierno. Pagaremos muy cara esta falta de responsabilidad.
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