La mejor opción de Suiza ante Trump es exportar humo

Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Suiza es famosa por su puntualidad, neutralidad e ingeniería de precisión. Ninguna de estas cualidades es especialmente útil para la presidenta Karin Keller-Sutter, que ha viajado a EE UU en un último intento por negociar los aranceles del 39% que planea imponer Donald Trump.
El motivo de la ira de Trump es el gran superávit comercial de Suiza en bienes, de 44.000 millones de dólares en 2024. Pero dos tercios de esa cifra correspondieron a productos farmacéuticos, que no están sujetos a ese 39%. El impuesto de EE UU, que entrará en vigor hoy, encarecerá en cambio los relojes Rolex y los chocolates Lindt importados.
Keller-Sutter tiene una fórmula probada para persuadir a Trump: hacer promesas llamativas de invertir en EE UU o de comprarle más productos, como hicieron la UE y Japón. El problema es que Berna ya ha probado esta estrategia. En abril propuso que sus empresas invirtieran más de 150.000 millones de dólares adicionales en EE UU durante cuatro años, un aumento anual de más del doble del incremento real entre 2023 y 2024, según datos de la Oficina de Análisis Económico. Por habitante, la promesa suiza era diez veces superior a la oferta de la UE.
La decisión de Trump de seguir adelante implica que Keller-Sutter tendrá que ir más allá. Será complicado. Por ejemplo, Roche ya ha prometido invertir 50.000 millones de dólares en EE UU. Es probable que sea reacia a comprometerse a más, ya que Trump no ha concretado un arancel sectorial separado para las importaciones farmacéuticas, pero ha insinuado que, al menos inicialmente, el tipo será relativamente bajo.
Las otras opciones de Keller-Sutter tampoco parecen muy atractivas. Los aranceles suizos sobre las importaciones de EE UU ya son nulos, y el país no puede relajar las restricciones a las importaciones agrícolas sin molestar a sus poderosos granjeros. Comprar más equipo de defensa de EE UU también conlleva una carga política, ya que la Casa Blanca dijo a principios de año que podría aumentar el precio de un envío de aviones F-35 en hasta 1.000 millones.
Lo lógico es imitar a Trump exagerando y disimulando. Tanto la UE como Japón se han mostrado vagos sobre sus promesas. Keller-Sutter podría tener que inventarse una cifra más llamativa, quizá repartida a lo largo de más años y respaldada por empresas de renombre.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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