La IA revoluciona las relaciones entre clientes y proveedores

La inteligencia artificial (IA) se ha consolidado como uno de los motores de transformación más potentes en el ámbito del compliance corporativo, que engloba los procedimientos y buenas prácticas para el cumplimiento normativo de las empresas. En un entorno empresarial marcado por la complejidad regulatoria, la globalización de las cadenas de suministro y la creciente presión social por la transparencia, la IA está permitiendo a las organizaciones automatizar controles, anticipar riesgos y adaptar dinámicamente sus políticas de cumplimiento. Este avance no solo optimiza procesos internos, sino que también refuerza la confianza y la colaboración con los proveedores, abriendo un nuevo escenario en la gestión de riesgos y la gobernanza empresarial.
En opinión de Lucia Sánchez-Ocaña, directora de riesgos globales y sostenibilidad de Qualitas Energy y vicepresidenta de la Asociación Española Compliance (ASCOM) es fundamental “monitorizar el cumplimiento de los proveedores, ya que supone uno de los principales riesgos si no se realiza un correcto análisis previo y un seguimiento de la relación de negocio. La necesidad de que el factor técnico sea capaz de ayudar a muchos de los procesos administrativos conlleva la supervisión de los controles”.
En este sentido, Javier Puyol, abogado y magistrado en excedencia, destaca que “la evaluación integral de riesgos es un pilar central en la gestión contemporánea del compliance, y su alcance no puede limitarse al interno de la organización. En un contexto globalizado, la cadena de suministro representa un área crítica de exposición al riesgo, ya que el comportamiento ético y legal de los proveedores puede comprometer directamente la integridad, la reputación y la responsabilidad legal de la empresa contratante”.
La IA ha transformado el compliance haciéndolo más proactivo y cercano. La realidad es que la tecnología ya es sólo el medio; el fin es una empresa más ética, sostenible y competitiva. Para Gonzalo Ruiz de Villa, director global de Tecnología de GFT Consulting “la inteligencia artificial está abriendo nuevas oportunidades en la relación con proveedores empresariales. Al facilitar la automatización de controles, la detección temprana de riesgos y la adaptación dinámica de las políticas, se optimizan procesos, se refuerza la transparencia y fortalece las relaciones en la cadena de suministro puente entre la responsabilidad corporativa y la operativa diaria”.
La nueva relación entre las empresas y sus proveedores no puede alejarse de los rigurosos estándares del derecho comunitario en cuanto a la protección de datos, probablemente la más exigente, completa y supervisada del mundo. En este sentido, Sánchez-Ocaña no considera que la monitorización pueda suponer un conflicto, “ya que generalmente son relaciones reguladas contractualmente que incorporan las cláusulas específicas en materia de protección de datos”. Puyol lo considera “una necesidad estratégica y de reputación, y puede llevarse a cabo respetando plenamente los principios de protección de datos mediante medidas proporcionales, contractuales, tecnológicas y éticas”.
El nuevo compliance ha revolucionado la relación proveedor-cliente al exigir una supervisión constante, un compromiso ético y una adaptación continua a los cambios normativos. Para Óscar Jacobo Bacelo, abogado sénior de IP&Data Privacy en la firma global Ontier, “el uso de herramientas que faciliten la automatización de controles o su seguimiento en tiempo real, como permite la implementación de soluciones con inteligencia artificial, es en principio lícita, siempre y cuando el acceso a datos personales por parte de la organización contratante encuentre amparo en el contrato de prestación de servicios y no exceda su alcance”. Teresa Mínguez, compliance officer y diputada de la junta de gobierno del Colegio de la Abogacía de Madrid (ICAM) subraya que “la legislación europea en materia de protección de datos permite y alienta la monitorización del cumplimiento de los proveedores, siempre que se respeten los principios de proporcionalidad, privacidad y trazabilidad”
Así pues, no estamos sólo ante un reto tecnológico, sino también humano y organizacional. El compliance del siglo XXI es necesariamente, coinciden los expertos, un espacio de diálogo entre la innovación y la ética, entre la eficiencia y la responsabilidad. Y en ese diálogo, la inteligencia artificial tiene mucho que aportar, pero también mucho que aprender de la experiencia, el juicio y los valores de las personas que lideran las organizaciones. “La transparencia algorítmica, y la necesidad de explicar cómo y por qué un sistema de IA toma determinadas decisiones, especialmente en sectores sensibles como la banca, la salud o los recursos humanos, la equidad y la no discriminación o la necesidad de evitar sesgos y resultados injustos derivados del entrenamiento de modelos de IA con datos históricos que reproducen situaciones de evidente desigualdad” son ineludibles, según Javier Puyol.
Así, reflexiona Teresa Mínguez, “en estos nuevos modelos de gobernanza se refleja una transición amplificadora de la función legal y de compliance, desde el tradicional escudo defensivo legal hacia una función facilitadora y protectora del valor reputacional, la resiliencia corporativa y la mejora de la posición competitiva de la empresa en mercados globales. Ya no se trata sólo de prevenir sanciones, sino de construir una cultura interna de cumplimiento, confianza y responsabilidad y dotar a las compañías de herramientas y procesos de resiliencia”. Esta realidad, indica Sánchez-Ocaña, supone una transformación en la relación cliente-proveedor haciéndola más cercana “ya que no sólo se establece con fines operativos y financieros”. En definitiva, como señala Ruiz de Villa, “al implementar estas herramientas con transparencia hacia los proveedores, se fortalece la relación con ellos a la vez que se logra una vigilancia ética y eficiente de la cadena de suministro”.
La incorporación de la inteligencia artificial al compliance supone un vuelco conceptual del mismo. El abogado Javier Puyol advierte de que “ahora se requiere la creación de comités multidisciplinares que integren expertos jurídicos, ingenieros, filósofos, científicos de datos y responsables de ética corporativa, en los que se amplía el foco del compliance hacia la gestión de riesgos tecnológicos, reputacionales, éticos y sociales”. El cumplimiento normativo ya no es únicamente una técnica jurídica, sino un “puente entre la responsabilidad corporativa y la operativa diaria que ha convertido la relación proveedor-cliente en un ecosistema interdependiente de cumplimiento donde la confianza se basa en datos, compromisos y valores compartidos y donde resulta necesaria la coherencia reputacional”, describe Teresa Mínguez (ICAM).
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