La alerta continúa: las reacciones de las bolsas a los anuncios de Donald Trump / Análisis de Ricardo Ávila

La pausa duró apenas tres meses. Ese fue el tiempo que se tomó Donald Trump antes de volver a agitar las aguas del comercio internacional con el anuncio de una serie de medidas unilaterales por parte de los Estados Unidos, que consisten en mayores aranceles, ya sea en contra de numerosos países o determinados productos.
A lo largo de la semana pasada la Casa Blanca amenazó otra vez a Canadá y a la Unión Europea, le impuso un gravamen del 50 por ciento a las importaciones de cobre, insinuó uno del 200 por ciento para los medicamentos y envió cartas a una veintena de países en las que informó sobre su intención de aumentar los tributos que pagarán los bienes de esas naciones por entrar a territorio estadounidense. Además, se metió con Brasil, la economía latinoamericana de mayor tamaño.
No obstante, a diferencia del 2 de abril, cuando tuvo lugar el “día de la liberación”, fecha en la cual el mandatario sacudió al mundo al poner en práctica la promesa que hizo en su campaña, esta vez no pasó mucho. Si en aquella ocasión las acciones en Wall Street se desplomaron ante la percepción de que vendría una recesión, ahora lo que se vio fue un nuevo máximo histórico del índice S&P el jueves.
De hecho, desde el hundimiento de comienzos de la primavera, los títulos de renta variable que se negocian en la bolsa de Nueva York han subido en cerca de un 30 por ciento en promedio. Resulta evidente que el sentimiento de los inversionistas es muy distinto, pues el pánico de entonces acabó siendo reemplazado por la euforia.
Aún así, algunas voces han hecho llamados a la cordura. Por ejemplo, Jamie Dimon, cabeza del conocido banco JPMorgan, afirmó que “desafortunadamente hay complacencia” por parte de los grandes capitales que parten de una premisa riesgosa.
Esta se reduce al término “Taco” que es el acrónimo de una expresión en inglés: Trump always chickens out, es decir, que se acobarda a la hora de volver realidad sus amenazas. Una demostración de esa postura es que después de suspender en la práctica el intercambio con China al subir los aranceles a la estratosfera -algo que Pekín respondió con la misma moneda- el magnate acabó dando marcha atrás y se transó por un esquema mucho más moderado.
"Taco” es el acrónimo de una expresión en inglés: Trump always chickens out, es decir que se acobarda a la hora de volver realidad sus amenazas.
Fuera de lo anterior, las sanciones dadas a conocer con tanta fanfarria en abril fueron suspendidas en su gran mayoría. Ahora la nueva fecha límite es el primero de agosto, pero los optimistas consideran que podría posponerse en la medida en que múltiples capitales dejen en claro que desean cerrar un acuerdo con Washington, pero que concluir tantas negociaciones bilaterales al tiempo no es fácil.

Donald Trump, presidente de Estados Unidos. Foto:Fotomontaje a partir de imágenes de iStock y AFP
Bajo esa interpretación, no hay que preocuparse tanto por las bravuconadas del Presidente de los Estados Unidos porque ladra mucho más de lo que muerde. Los que apoyan dicha lectura destacan que la catástrofe económica que tantos pronosticaron no se ha concretado y que las cosas siguen relativamente bien en la mayoría de las latitudes. En lo que atañe a la tierra del Tío Sam, el desempleo y la inflación se mantienen en niveles moderados.
En ebullición Concluir que “aquí no pasó nada” puede ser un error mayúsculo. Para comenzar, porque sí han ocurrido una serie de transformaciones fundamentales, que traerán consecuencias en el mediano y largo plazo.
Tal es el caso de los aranceles. Al comenzar el presente año, lo que pagaba en promedio un producto que pasaba por cualquier aduana estadounidense era el 2,5 por ciento de su valor. Ahora esa carga se ha multiplicado por cuatro, hasta el 10 por ciento. Y si se concretan los anuncios de los últimos días, ascendería al 17 por ciento, a partir del mes que viene.
Es verdad que los consumidores han notado poco el incremento en sus bolsillos. Uno de los motivos es que muchas firmas locales expandieron sus inventarios en forma significativa a comienzos de 2025, antes de que la vara comenzara a subir. Otra es que multitud de empresas han sacrificado sus márgenes, al menos temporalmente, con el propósito de no perder clientes.
Sin embargo, surgen evidencias de que ese colchón es cada vez más delgado. Los volúmenes de mercancías que llegan a los puertos vienen aumentando y se encuentran con una factura mucho más abultada en el momento de su nacionalización.
Eventualmente los reajustes acabarán tocando la puerta de los hogares, cuya confianza con respecto a la marcha de la economía viene en picada. Numerosos renglones muestran datos mediocres, comenzando con la finca raíz, que está de capa caída. En cuanto al crecimiento interno, las proyecciones apuntan a que será la mitad del de 2024.
Una de las grandes preocupaciones de los analistas es que una ley que acaba de aprobar el Congreso de Estados Unidos (el nombre de la norma es “la grande y hermosa”) apunta a disparar el déficit federal.
Dentro de los efectos inmediatos de la nueva realidad aparece un salto en los recaudos de impuestos atribuibles al comercio exterior, que casi se han triplicado. Mayores ingresos por ese concepto son claves para que las cuentas fiscales no se desordenen más, pues una de las grandes preocupaciones de los analistas es que una ley que acaba de aprobar el Congreso de Estados Unidos (el nombre de la norma es “la grande y hermosa”) apunta a disparar el déficit federal.
Lo anterior quiere decir que hay una motivación que va más allá de lo comercial en los reajustes arancelarios. Con un saldo presupuestal en rojo superior al equivalente del 6 por ciento del tamaño de la economía estadounidense, el espacio para recortar los impuestos a las importaciones se vuelve casi nulo. Dicho de otra manera, así soplen vientos distintos en el futuro es probable que los cimientos de la política comercial trumpista acaben resistiendo el paso del tiempo.
En descensoMientras tanto, el resto del planeta ha comenzado a sentir los efectos de las determinaciones adoptadas por Washington. Hace unas semanas el Banco Mundial dio a conocer su más reciente ejercicio de proyecciones, que bien puede calificarse de inquietante. Según el organismo multilateral, la expansión del Producto Interno Bruto global este año será de apenas 2,3 por ciento.
Para encontrar un guarismo similar -aparte del suceso extraordinario de la pandemia- hay que devolverse a 2008, cuando estalló la crisis financiera internacional. En todas las latitudes hay una ralentización en marcha, que se traduce en menores oportunidades de empleo y negocios.
Aparte del daño inmediato que el alza en los aranceles ocasiona al cancelarse pedidos de múltiples fuentes, el efecto más negativo acaba siendo la incertidumbre. Incontables proyectos están suspendidos, lo cual ha afectado de paso la relocalización de plantas como las que planearon salir de Asia con destino a América Latina con el fin de aprovechar los tratados de libre comercio cuyas preferencias están en veremos.

Operadores trabajan en el piso de la Bolsa de Valores de Nueva York. Foto:AFP
Por otra parte, las condiciones financieras internacionales se han endurecido debido a una mayor aversión el riesgo, subraya el Banco Mundial. Eso se traduce en una liquidez menor que le hace más difícil a empresas y países renovar las obligaciones que se les vencen.
Tampoco se anticipan alivios en lo que corresponde a la tasa de interés. Del lado del Banco de la Reserva Federal en Washington la factibilidad de un recorte en el corto plazo es baja, así esto ocasione quejas y amenazas por parte de la Casa Blanca.
Incluso la debilidad del dólar tampoco es apreciada. Este ha perdido terreno de manera notoria frente a otras divisas, al igual que frente a buena parte de las monedas de las economías emergentes, incluyendo al peso colombiano. La depreciación del billete verde vuelve menos competitivas las exportaciones con destino al mercado estadounidense (lo cual no ocurre con el euro).
A vez, el panorama geopolítico es complejo, pues en ninguna geografía las tensiones han disminuido. La guerra en Ucrania continua, al igual que los conflictos en el Medio Oriente. Si bien el ataque de Israel a Irán -que fue contestado por Teherán con una andanada de misiles y drones- entró en pausa, sería ingenuo creer que la emergencia quedó superada.
El hecho de que los precios del petróleo se mantengan por encima de los 70 dólares el barril sugiere que los temores sobre una posible alteración en los suministros de crudo persisten. En un plano más amplio, las cotizaciones de los bienes primarios se ubican en niveles moderados y parecerían ir a la baja, así reaccionen ante los eventos sorpresivos.
Por ejemplo, el café llegó a subir en más de dos por ciento en una sola sesión, cuando se supo que las exportaciones brasileñas del grano podrían verse sujetas a un arancel del 50 por ciento a la hora de ingresar al mercado estadounidense. Aún así, el grano está lejos de sus máximos de unos meses atrás, afectado entre otras por la percepción de que la evolución de la demanda no será la mejor.
Jugar las cartasMoverse en tan desafiante escenario no es fácil para ningún país grande, mediano o pequeño. La dificultad de predecir cómo actuará Donald Trump comienza con aquellos que todavía se consideran sus aliados cercanos, tal como le pasó al Reino Unido cuyo arreglo fue calificado como poco satisfactorio.
Parte del problema es que los criterios que usa la Casa Blanca para amenazar o castigar en el plano comercial trascienden el terreno de lo objetivo. Aunque en el pasado algo de esa medicina fue ensayada en defensa de los intereses nacionales estadounidenses, ahora el rango que justifica cualquier acción unilateral es mucho más amplio y llega hasta el campo emocional.
Tanto Canadá como México, y más recientemente Brasil, han estado en la mira de Washington por su supuesta falta de colaboración en la lucha contra las drogas o por las actuaciones de sus respectivos poderes legislativos o judiciales. En respuesta unos han optado por la confrontación y otros por el apaciguamiento, siempre tratando de mantener abiertos los canales de diálogo, como hizo Pekín en su oportunidad.

Simpatizantes del expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro. Foto:AFP
Usar las lecciones de los demás le puede servir a Colombia a la hora de jugar sus cartas, frente a amenazas como la relacionada con la próxima certificación de los esfuerzos que hace el país en la lucha contra las drogas. Dado el cuello de botella que se observa en las negociaciones bilaterales, las probabilidades de un entendimiento con Bogotá en el plano puramente comercial son bajas, por lo cual hay que insistir en la cabeza fría y en la inconveniencia de las provocaciones verbales.
La tercera ley de Newton, que establece que por cada acción existe una reacción igual y opuesta, también se ha aplicado usualmente en las relaciones diplomáticas. Ahora, las respuestas desproporcionadas por parte de Washington tienden a verse más, sobre todo frente a adversarios considerados más frágiles.
De regreso al ámbito global, quizás lo más positivo hasta la fecha es que, aparte de desencuentros puntuales, ninguna nación ha optado por la vía del proteccionismo a ultranza. En tal sentido, los temores de una guerra comercial generalizada se han venido disipando, sin desconocer que algunos le han puesto obstáculos a ciertos productos chinos que son más abundantes ahora.
Hecho ese reconocimiento, no hay motivo alguno para disminuir el nivel de alarma. Tal como ha sido la norma desde cuando Trump asumió la presidencia a finales de enero, los riesgos de un deterioro inducido por sus decisiones, que afecte seriamente a la economía mundial, persisten.
Puede ser que los mercados bursátiles hayan mostrado indiferencia la semana pasada ante la seguidilla de mensajes provenientes de la Casa Blanca, pero eso no quiere decir que las nubes que anuncian una tempestad fuerte se hayan disipado. En absoluto.
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