En el fortín de las cajas de seguridad del siglo XXI

Cada vez son más las personas que buscan depositar sus pertenencias en un lugar seguro, accesible y confiable. No hablamos de unas pertenencias cualesquiera sino aquellas de gran valor, no siempre material. Joyas, documentos, dinero, llaves… objetos que prefieren no tener en casa en caso de robo o de incendio. A veces tan solo se pretende guardarlas por un pequeño periodo de tiempo como consecuencia de una mudanza, de unas vacaciones o de una ausencia temporal en la vivienda. Si pensamos en cajas de seguridad lo habitual es creer que es un servicio que ofrecen los bancos, pero con el cierre de oficinas se ha visto mermado ya hace mucho tiempo.
Precisamente para dar respuesta a esta necesidad del mercado nació en 2013 el Grupo Inviam, que ofrece servicios privados e independientes para guardar joyas, documentos físicos, electrónicos u otros objetos valiosos en un espacio de máxima seguridad con una capacidad para 4.400 cajas de seguridad en cámaras acorazadas. Comenzaron en un espacio alquilado en Madrid y a los dos años adquirieron un local en propiedad sin salir de la capital con mayores dimensiones y opciones de crecimiento. «Los clientes pueden elegir entre tres diferentes tamaños de cajas, pueden autorizar hasta cinco personas y cuentan con visitas gratis e ilimitadas», resalta David Sacristán, cofundador y CEO de Grupo Inviam.
Este servicio lo han ido abandonando muchas sucursales bancarias no solo por su cierre sino por el cambio de normativa. «No siempre es posible actualizarse conforme a la normativa, con exigencias de espacio y acceso de los clientes», resalta Sacristán. En su caso, al comenzar el negocio de cero, han optado incluso por mejorar aspectos como el grado de seguridad de las cajas. En el acceso de los clientes, la tecnología es un gran aliado de esta casa. Para el acceso de los clientes se lleva a cabo un registro facial y de la palma de la mano. Con un sistema de esclusas para entrar, cada una de ellas solo se abre cuando se ha cerrado la anterior y dentro de la zona de acceso a las cajas nunca hay más clientes que trabajadores. Y para garantizar la seguridad de los datos de los clientes y de la empresa cuentan con una red interna de ordenadores que no está conectada a internet, para evitar así los ciberataques.
La puerta acorazada que da acceso a las cajas de seguridad pesa 1.600 kilos. Para abrir dichas cajas, es necesaria una llave que tienen los clientes y una llave de confrontación que está en posesión del trabajador. «Una vez abierta, los clientes tienen cinco minutos para estar dentro de la cámara acorazada y si necesitan más tiempo hay dos salas fuera en las que pueden estar tranquilamente», indica el CEO. Una de las novedades en la disposición de las cajas de seguridad es que tienen filas de cajas móviles por lo que de esta forma ganan mucho en capacidad. Según se mueven dichas cajas se van abriendo los pasillos.
Sacristán reconoce que los inicios fueron duros. «Tardamos dos años en poner el negocio en marcha, era algo nuevo, su normativa, buscar un lugar adecuado que reuniese las características de discreción y construcción fiable». En un comienzo fueron dos socios fundadores que arrancaron una ronda de financiación que contó con ocho inversores y accedieron también a un préstamo de Aval Madrid que lograron liquidar en cuatro años. Dada su actividad, «nos basamos en estar disponibles, pero sin hacer publicidad», reconoce el cofundador. Así que las recomendaciones de los clientes han sido claves y se enorgullecen de tener una tasa de fidelización muy alta, del 90%.
Desde esta firma quieren resaltar que este tipo de servicio es accesible para mucha gente. «La caja pequeña tiene un valor de 365 euros al año, 1 euro al día», resalta Sacristán. Una cantidad que incluye un seguro por valor de 25.000 euros que se puede ampliar. Entre sus acuerdos de colaboración está el llevado a cabo con el Colegio de Abogados, «un perfil de cliente bastante habitual, por documentos que quiere tener protegidos». También se contemplan acuerdos estratégicos con entidades financieras que le permitirán impulsar su crecimiento hasta en un 50% en cinco años y para ello se ha creado una nueva área de negocio. «Queremos acompañar a los bancos en este proceso de transformación, ofreciendo soluciones reales que beneficien tanto a las entidades como a sus clientes. La nueva área nace para crear puentes, no para competir, y para dar continuidad a un servicio que muchas personas siguen necesitando», explica Sacristán.

Con un crecimiento anual de clientes del 25%, las previsiones de futuro son buenas: «Esperamos que en los próximos seis o siete años podamos construir la otra cámara acorazada y desde el principio tenemos en mente crecer abriendo espacios en otras ciudades y países», reconoce el CEO. De momento tienen ocupadas 1.150 cajas de las 1.600 actuales. En épocas como el verano aumenta considerablemente la búsqueda de este servicio, un cliente al que después esperan poder fidelizar.
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