Tangos del clásico

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Tangos del clásico

Tangos del clásico

Con los pies en Montjuïc y la cabeza en Maracaná, vivió Ancelotti el último clásico español de clubes de su vida. Nunca lo olvidará por último y por enloquecido. Un duelo delirante en goles, incluso los anulados, y en ocasiones frustradas que mostró las virtudes y los defectos de ambos equipos a lo largo del curso. Un impresionante caudal ofensivo y una excesiva permeabilidad defensiva. En el Barça, a resultas del sistema. En el Madrid, como consecuencia de las deficiencias causadas en gran medida por las lesiones en la línea.

El siguiente clásico de Ancelotti será americano, de selecciones y contra Argentina, que desde hace un siglo ha exportado al mundo sus dos productos estrella: el fútbol y el tango. Y, de 2013 a 2025, un Papa futbolero con apellido italiano, como el de los futbolistas. Muchísimos futbolistas argentinos tienen apellidos italianos. Sin ir más lejos, Ancelotti, nacido en Reggiolo, podría haber nacido en Tucumán. Solari, su sucesor temporal mientras llega Xabi, nació en Rosario. Podía haberlo hecho en Pescara.

"Nostalgia", cantaba en 1935 Carlitos (Carletto) Gardel. El Barça, que tuvo a Maradona y a Messi, carece de argentinos en la plantilla. Una rareza actual, pero no histórica: el club ha importado, en general, poco producto de allá. El Madrid, que tuvo a Di Stéfano, lo mismo. Una anomalía histórica en quien ha mirado mucho hacia el Río de la Plata. Ahora el Barça tiende a volverse hacia Europa y tira de La Masía. El Madrid pesca en todas partes menos en casa.

En 1935 cantaba Carlitos "Por una cabeza", uno de sus tangos más célebres. En las carreras de caballos se gana o se pierde a menudo por una cabeza. En el tango gardeliano se perdía, metáfora hípica de esas derrotas en la vida que, precisamente por ajustadas, o sea, evitables, más fruto de la mala suerte que de la mala práctica, marcan para siempre de un modo aún más indeleble.

Por la mínima

Hace unos días, en un martes de fatalismo tanguero, el Barça perdió por un gol la semifinal de la Champions. Y, por un punto, el acceso a la Final Four de baloncesto. El deporte es con frecuencia una empresa de máximos resuelta con un desenlace de mínimos. Se pierde o se gana por una cabeza, por un gol, por un punto, por un tubular, por un centímetro, por una centésima.

Ancelotti, que posee una cuadra de caballos de carreras, sabe lo que es ganar y perder por una cabeza. Entre ellas la suya, que ya había rodado antes del encuentro. Hace unas semanas entonó su propio tango: "Adiós, muchachos", aunque con algunos se reencontrará en Brasil. Y con Raphinha. El fútbol es un pañuelo.

En un trascendental partido sin, pues, argentinos (están casi todos en el Atleti cebando mate e interpretando a coro "Arrabal amargo"), el Barça amarró la Liga y dejó al Madrid fané y descangayado. La obligada sustitución de Vinicius por Víctor Muñoz resumió la imposibilidad de que el Madrid venciese. No entregó el partido (de hecho, casi lo empata el chaval), pero envió un mensaje de impotencia metafísica. Los hinchas de los dos equipos pueden cantar el mismo tango: "Esta noche me emborracho".

Los del Barça para celebrarlo. Los del Madrid para tratar de olvidar.

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