Ozzy Osbourne, el Príncipe de las Tinieblas que se fue como un ángel

Con la voz rasposa, agarrando el micrófono con todas sus fuerzas y con ojos bien abiertos y marcados por el destello de inmensa alegría que pudo haber mitigado los dolores, Ozzy Osbourne cantó como nunca el pasado 5 de julio frente a una multitud que derramaba lágrimas y trataba de seguir a un Príncipe de las Tinieblas (su gran apodo) que se aferraba a la vida y sentía el amor de esos miles al recordar la melancólica letra de 'Mama I’m Coming Home', una de sus canciones más bellas. “Los tiempos cambiaron y los tiempos están raros / Aquí estoy, pero ya no soy el mismo / Cariño, estoy regresando a casa” fue lo que salió de la boca de una leyenda del rock que, irónicamente, presagiaba su despedida de este mundo. La voz ganó un poco más de potencia, su cuerpo temblaba, pero no se derrumbó.
Ozzy había dicho antes que temía ante la idea de morir en un escenario, pero esa tarde, sentado en un trono negro con murciélagos falsos a los lados del cómodo sillón en el que cantó durante el concierto Back to the Begginnig (que rindió homenaje a la mítica Black Sabbath, donde él comenzó su carrera a finales de los 60), dejó todo en el escenario.
Fue extraño y hasta insólito ver a los duros roqueros expresar todo su amor y la emoción de ver a Ozzy en concierto por última vez; pero el destino es a veces cruel y melodramático, ya que en la mañana de ayer John Michael Osbourne (su nombre real) falleció a los 76 años.
Se podría decir que este grande del heavy metal, que puso a temblar a sacerdotes y a madres de la estirpe más conservadora que veían a sus hijos lucir con orgullo las camisetas de la banda que lo hizo famoso o aplaudir sus locuras y tapizar sus habitaciones con afiches del fanático de los Beatles que decidió seguir la ruta más oscura del rock, tuvo la decencia de despedirse de una manera épica, emotiva e inolvidable.
Probó la miel del éxito con Black Sabbath, tras una dura juventud y probar con trabajos como fontanero o empleado de un matadero. Era disléxico y mal estudiante A veces merodeaba por las calles arrastrando un zapato con una cuerda como si llevara una mascota, pero se ganó el aplauso de miles cuando su peculiar voz se reveló en pequeños clubes y en el primer álbum homónimo de la banda que se consideró por muchos como la creadora del rock pesado; esa que quiso darle un norte. Pero él siempre escapaba del control. Los viajes lisérgicos y las peleas lo llevaron a ser echado del grupo, pasar un tiempo como un desempleado del rock, antes de dar el paso definitivo con una carrera en solitario, tras dejar himnos como Iron Man o Paranoid con sus excompañeros Tony Iommi, Bill Ward Geezer Butler.
“He tenido la mejor vida que alguien haya podido tener. Salí de la nada y toqué la riqueza, es decir, mi profesión realmente me ha abierto puertas de tantas maneras. Mi mujer (Sharon) también ha colaborado enormemente”, recordó en una entrevista hace tres años con EL TIEMPO.

Ozzy Osbourne era vocalista de Black Sabbath. Foto:Instagram: @blacksabbath
El 22 de julio de 2025 quedará marcado como el día que el Príncipe de las Tinieblas dejó este mundo. Su familia dio la noticia y, aunque no quisieron ahondar en los detalles del deceso, se sabía que Osbourne llevaba años lidiando con problemas de salud muy fuertes.
Tenía párkinson, ya no podía caminar, su cuerpo tenía secuelas de un accidente en cuatrimoto (que se hizo tristemente famoso al ser parte de un episodio del reality 'The Osbournes', que transmitió MTV entre el 2002 y el 2005); cuando su fama sobrepasó en esa época al circuito del heavy metal.
Siempre fue un enigma para los médicos. De hecho, en el 2011 un grupo de científicos se dedicó a estudiar el genoma del cantante para determinar cómo era posible que estuviera vivo tras décadas de llevar su cuerpo al límite, el resultado arrojó que la genética del roquero presentaba una mutación que lo hizo resistente a las drogas. “Es un mutante genético”, recalco en su momento Bill Sullivan, de la Universidad de Indiana, que llevó a cabo la investigación.
Pero para las 40.000 almas que lo vieron el 5 de julio en el estadio de Aston Villa de Birminghan y los que pagaron –cerca de 60.000 pesos colombianos– para ser testigos del recital exclusivo en YouTube (el streaming más visto de un concierto de metal en la historia, con 5,8 millones de espectadores), el cantante no era una anomalía. Era un dios, un dios del metal, con el permiso de Rob Halford, vocalista de la banda Judas Priest.

Ozzy Osbourne estuvo dos veces en Colombia. Foto:EFE
Osbourne llenaba estadios y las primeras planas de los medios sensacionalistas que buscaban contar sus retorcidas salidas en falso. “Ozzy esnifó hormigas en una gira con la bandaMotley Crue”; “Ozzy mordió a un murciélago que le lanzaron en un concierto en Iowa (pensó que era de plástico)”, “Ozzy le arrancó la cabeza a una paloma tras firmar un contrato discográfico...”, pero al final siempre salía avante en la batalla contra la autodestrucción.
La música terminaba siendo el exorcismo para esa alma atormentada. Su magnético trabajo en el escenario y ese principio de estar siempre acompañado por músicos impresionantes en sus discos le dieron un nuevo aire al heavy metal y eclipsaron cualquiera de sus innumerables escándalos. Ozzy Osbourne grabó 12 álbumes de estudio, creó un festival (el Ozzfest), luego de que le negaron la participación en Lollapalooza en 1996 y convirtió en clásicos canciones como 'Mr. Crowley', 'I Don’t Know', 'Bark at the Moon', 'Shot in the Dark' y 'Crazy Train', solo por nombrar algunas. El ‘loco Ozzy’ bailó con la muerte varias veces sin dejarse arrastrar y con su título de leyenda parecía que el juego iba a seguir un poco más.
“No puedo caminar, pero ¿sabes en qué pensaba durante las vacaciones? A pesar de todas mis quejas, sigo vivo. Puede que me queje de no poder caminar, pero miro al futuro y veo gente que no ha hecho ni la mitad de lo que yo he hecho y que no ha llegado tan lejos”, dijo recientemente en una entrevista con la emisora digital Sirius ese príncipe del rock pesado que adoraba vestirse de negro y podía pasar a ser un alocado abuelo para sus nietos o una estrella de rock que intentó borrar de su mente la palabra retiro.
“Hay días que está brillante y se siente espléndido, y a la semana siguiente puede sentirse realmente mal. Va variando todo el tiempo. Ozzy trabaja con un fisioterapeuta, buscamos cada nueva medicina que sale contra el párkinson, pero no va a estar postrado en una silla, así no toma él la situación. Ha grabado un disco nuevo, ya trabaja en otro (...), realmente su vida no se ha alterado drásticamente”, reconoció hace dos años su esposa y salvadora, Sharon Osbourne, cuando su salud se deterioró.
Ella se refería al disco Patient Number 9, que lanzó en el 2022 cuando tuvo que encarar a realidad de quizá no volver a los escenarios. Un año después le gritó al mundo que, así lo tuvieran que arrastrar, seguiría tocando en vivo en los escenarios.
Ese fue quizá el único infierno que no dejaba dormir al Príncipe de las Tinieblas, que tuvo la fuerza para decir adiós como un ángel, ya que las ganancias que dejó su último recital con Black Sabbath y otras bandas que crecieron con su música, unos 200 millones de dólares, fueron donados al Hospital Infantil de Birmingham, el Hospicio Infantil Acorn y Cure Parkinson’s, organización que trabaja para encontrar la cura para el párkinson. Hoy millones de roqueros en el mundo escucharán sus discos y quizás recuerden la frase de Inmortal, de su último disco: “Me entierran bajo tierra / Pero nunca moriré”.
eltiempo