El estudio OMA reinterpreta, otra vez, el rascacielos en China


Más allá de levantar iconos, como la Sede de la Televisión China en Pekín o la Biblioteca de Seattle, en Estados Unidos, es habitual que cuando el estudio de arquitectura OMA afronta un proyecto lo haga para repensar no solo una forma, sobre todo para reconsiderar una idea.
Esta vez ha sucedido en Xiamen, una ciudad con puerto marítimo, frente a Taiwán, al suroeste de China. Allí, el despacho de Rotterdam, capitaneado en esta ocasión por Chris van Duijn —asociado a los arquitectos locales Lingsiao Zhang y Chen Lu— ha erigido un rascacielos que es a la vez icónico, ambicioso, modesto y respetuoso. ¿Cómo es posible?

Para arraigar junto a las colinas de Xiamen, en un distrito urbano rodeado tanto de las nuevas torres como de los antiguos cerros, el estudio holandés decidió observar la topografía y mezclar. No solo se combina aquí una geometría ortogonal con una facetada. También se barajan materiales industriales con recursos artesanales —como las franjas de cerámica blanca que visten, y protegen, su fachada—.
Con todo, más allá de esa idea de mezclar, combinando formas, volúmenes y materiales, la audacia del edificio está en su base. En lugar de apoyarse en un pedestal, en una plataforma, en su propio fuste, el rascacielos parece arraigar junto a los cerros. ¿Cómo lo consigue?

Lo logra gracias al uso de esa geometría facetada que transforma en base escultural, formada por 21 triángulos, lo que en general es una plataforma plana, geométrica, de aterrizaje más que de arraigo.
Así, la torre, de 105 metros de altura, se asienta más orgánica que geométricamente, como si hubiera convertido su base en falda de colina. El edificio luego despega, rectilíneo, en diálogo con las torres vecinas del barrio financiero de Xiamen. En el interior, las plantas, son abiertas y despejadas: libres de columnas.

Los arquitectos hablan de comunicar un momento de transformación empresarial, la conversión de un gigante chino, JOMOO en una marca global. Por eso tiene importancia la decisión de arraigar en lo local. Chris van Duijn ha hablado sobre esa dualidad que es casi cualquier compromiso. En una serie de edificios de altura diseñados para ciudades en pleno desarrollo —como Hangzhou, Shenzhen o la propia Xiamen— el arquitecto considera importante reinterpretar la tipología, prestando tanta atención a la arquitectura como al lugar y la misma a la alta tecnología que a la artesanía. ¿Una arquitectura de consenso? Podría ser. También una ambición holística, integral, como la de la gran arquitectura que cuida todo: del tirador a la ciudad.
EL PAÍS