Díaz y Urtasun, pareja cómica a la búsqueda del aplauso facilón y gratuito
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Hace unos meses en una conversación que tuve con el cineasta Gonzalo Suárez, al que le acaban de notificar que se llevará el Goya de Honor 2026 a sus 90 años (y yo que me alegro), hubo un momento en el que se puso a hablar de Trump y Musk como si fueran Epi y Blas, Cruz y Raya o incluso Espinete y Don Pimpón. Dos cómicos a los que podías intercambiar y tanto monta monta tanto en tontería.
Me he acordado del comentario tras escuchar la charla de una hora y media de Yolanda Díaz y Ernest Urtasun ante el gremio del cine para anunciar medidas que igual no son muy conocidas para el ciudadano medio, pero sí para el interesado, en este caso, los del cine. Yolanda y Ernest, Díaz y Urtasun o al revés, como se prefiera, aunque más bien fue sobre todo ella, que para el caso era la jefa en el meollo, presentaron medidas para mejorar la situación laboral de los artistas y técnicos del mundillo cultural. Entre ellas, la de la coordinadora de intimidad -lo pongo en femenino porque hasta lo que yo sé las chicas en esto son abrumadorísima mayoría-, que sería obligatoria por ley en los rodajes. Y dijo algo como que “no va a depender de la buena voluntad de nadie porque si lo hacemos así no será".
Bueno, pues el caso es que sin ley ya sí que se está dando. La figura de la coordinadora de intimidad ha crecido como la espuma en los últimos cuatro años en el cine español por varias razones aunque la principal es que las plataformas como Netflix, Apple TV o HBO, que son las que están financiando ahora mismo las producciones en su mayor parte, las exigen. Esto comenzó a darse a partir de 2017 en EEUU y ha llegado como un huracán. Y no solo a España. Por tanto, ¿que hace el Gobierno con la noticia de esta propuesta de obligatoriedad? Pues ir a rebufo… y buscarse un aplauso gratuito y facilón por varios motivos. Uno: desde hace tiempo es una figura que existe, se trabaja con ella y si no te la impone Netflix, te la impone HBO, así que nada nuevo al este del edén. Dos: la gran mayoría del cine español está de acuerdo con esta figura laboral. Y tres: la tramita como Real Decreto para saltarse (una vez más) ese incordio que es el Congreso de los Diputados. Ya lo dijo Urtasun, que es un lince: “Es una legislatura en la cual le tenemos miedo a la soberanía popular”.
No es la primera vez que el ministerio de Cultura llega tarde y pide que se le aplauda. A alguna otra parte debía estar mirando el ministro cuando Manuel Borja-Villel, entonces director del museo Reina Sofía, anunciaba una y otra vez la necesidad de incidir en el discurso de la descolonización de los museos (y no levantando pocas ampollas). Y cuando ya media Europa había comenzado a repensarse qué tipo de figuritas tenía en sus almacenes y su procedencia, Urtasun dijo aquello de que igual era bueno lo de la descolonización como si hubiera descubierto la pólvora. Desde entonces, por cierto, poco se le ha escuchado sobre este asunto.
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Hace unas semanas, el ministerio presentó también su plan estrella, el de los Derechos Culturales, 146 medidas que buscan llevar la cultura al medio rural, al sistema educativo o a las cárceles y acabar con la desigualdad de renta, género o localización al acceder al mundo cultural para disfrutarlo o crear. Es decir, que a los pueblos llegue el cine, el teatro, que haya una buena biblioteca. A mí esto me parece muy bien porque no me parece justo que en ciudades como Madrid, por ejemplo, gocemos de los mejores estrenos teatrales -subvencionados por todos- y estos no lleguen a muchas ciudades españolas. Que si luego no quieres ir, pues no vayas, pero que al menos tengas la oportunidad. Yo entendí siempre que la socialdemocracia era eso.
Pero me quedé helada cuando supe el presupuesto: 79 millones de euros de aquí a 2027. También es verdad que el ministerio lo ha tenido que rascar de debajo del agua porque, como sabemos, no hay nuevos presupuestos, pero ¿en serio 79 millones de euros? Hice una rápida comparación (un poco demagógica, pero los números son los números) en Internet: el plan MOVES III de ayudas para el coche eléctrico, 1550 millones de euros entre 2021 y 2025; el plan estatal de investigación científica y técnica 2024-2027 son 18.400 millones de euros… Vale, voy a centrarme solo en cultura: el bono cultural para jóvenes de Miquel Iceta fueron 400 millones de euros.
La figura de la coordinadora de intimidad ha crecido como la espuma en los últimos cuatro años en el cine español
En la cultura los gobiernos democráticos hasta la fecha han escogido dos caminos: o la carta francesa de la hipersubvención o la anglosajona del mecenazgo (y ayudas). En España, lo cierto, es que siempre nos hemos quedado a medio camino y ni la cultura está super subsidiada (por mucho que haya voces que lo crean) ni hemos sido capaces nunca de sacar una ley de mecenazgo que regule este tipo de ayudas. Así que ni chicha ni limoná.
Por eso es hasta irritante que un ministro saque a relucir cada dos por tres a pensadores de izquierda latinoamericanos que dicen que la revolución es como una bicicleta y si no se dan pedales se cae porque la cosa es clara: si quieres ir a por todas, mete buena pasta para aquellas medidas progresistas y necesarias y no busques aplausos gratuitos por avances que la sociedad ya ha hecho ella solita.
El Confidencial