Arde Bogotá borda una alianza rock mediterránea en su concierto multitudinario en la ciudad del Turia

El centauro, como símbolo mayor de Arde Bogotá, presidía lo alto de un enorme escenario que alojó la grandeza, el tamaño y la dimensión estratosférica de la banda cartagenera Arde Bogotá. Esas imágenes de road trip, ilustraban ese viaje en el que nos adentrábamos cuando se apagaron las luces. Una luna roja iluminaba el escenario, y el camino. 'Veneno' abría una noche que muestra la dimensión espectacular de una banda que está viviendo su momento de gloria. Pero es que ojo, menudo directo más compacto, más impactante el que posee Arde Bogotá. Suenan rotundos y no escatiman en recursos escénicos. Y eso que la acústica del Estadi Ciutat de València no hizo justicia en esos primeros compases, el reverb de la batería de Jota Mercader se hacía presente (esa cubierta del estadio es muy traicionera). Pero vamos es que un estadio no es el lugar natural, y más ideal de la música en directo, pero lo salvaron de la mejor manera posible. Porque a Arde Bogotá ya va a ser difícil verles en un pabellón o en una sala más pequeña.
No deja de sorprender la carrera meteorítica de Arde Bogotá con un EP y dos álbumes. Y como su rock de viejo cuño, que bebe de Héroes del Silencio, los Doors, pero también de Muse o Kings of Leon, atrapa transversalmente a veinteañeros, a millenials, gente de la generación Z o boomers. No han inventado la pólvora pero su éxito confirma el poderío del rock. Como cabeza visible, un líder indiscutible como Antonio García que transmite magia, atrapa, cautiva. Tiene atractivo, sabe moverse, canta con personalidad y potencia, impactando. Miro un mensaje en las gradas del estadio y me suena reveladora, «Mai ens rendirem», «nunca nos rendiremos», como si fuera idóneo para la ocasión que refleja la energía, la catarsis a la que nos transporta Arde Bogotá,
El resto suena totalmente poderoso, Dani Sáchez, que luce riffs y efectos, como si fuera la secuela de Juan Valdivia, aportando matices, brillo y garra. Impresionante también Pedro Quesada, el guitarrista que les acompaña de gira, y que luce rock magistral y poses para el recuerdo. Adictivas y fulminantes resultan esas líneas de bajo de Pepe Esteban.
Antonio lanza un «bona nit Valencia» y la conexión ya está asegurada, sus letras conectan, su poética natural, su manera de contar la experiencias, quereres y pesares. Pero es que además lanza un «gracias por comprar las entradas y estar aquí celebrando con nosotros» que refuerza el vínculo. Más tarde recordará que la primera vez que tocaron en Valencia fue en 2019 en la sala Wah Wah, ya desaparecida, para cinco personas y que anoche lo hicieron para 25.000. Antonio recuerda y menciona a un fan valenciano que les contactó tras la Dana fue a verles a Madrid, y que al verles se activó para restaurar y recuperar la casa malograda de sus padres como consecuencia de la riada, y elogia el poder de la música como asidero, como fuente vital, como estímulo para vencer dolores, pesares, y también acompañar alegrías y festejos. Y es ahí cuando suena hechizante 'Exoplaneta', una canción de redención y viaje estelar, de expandir Cartagena a 571-/9A.
Algunas personas del público lucen pancartas (como 'Bailaré sobre el dolor') que captan la resistencia, la batalla ante del drama que por momentos se apodera de Arde Bogotá. 'La Torre Picasso' se ve reflejada por la torre de luces de la plataforma escénica. Es quizás su canción más larga y la que posee una evolución impresionante, de la balada a la épica rotunda. Ahí muestran una exhibición de talento, como en otro de sus últimos singles, el cartucho infalible de 'Flores de Venganza'.
'Abajo' arrecia en ese arranque inicial, pero sobre todo el estadio ruge con 'Qué vida tan dura', un himno que transforma a la audiencia. Antes 'Nuestros pecados' infunde un latido funk. Aparece un surtidor de gasolina para aumentar el imaginario de su álbum 'Cowboys de la A3' (Sony Music España, 2023), el disco que les ha catapultado a lo más alto del panorama musical nacional. Lo suyo es un fenómeno mayor a lo que en su día fue Vetusta Morla, Lori Meyers, Viva Suecia o incluso Supersubmarina, bandas que no navegan por su ideario rock clásico, pero que les inspiraron y sirvieron de estímulo.
Conquista su agradecimiento al público «por comprar las entradas y venir a disfrutar y celebrar con nosotros». Arde Bogotá están en una carrera ascendente y trepidante. Muestran unas tablas impresionantes. Lo suyo es un directo de impacto y de vuelto alto.
En la recta final Antonio Se sube a la plataforma superior del escenario como un líder en la luna, en el sol. Y sale un octeto de cuerda para interpretar 'Virtud y Castigo', otro momento para la gloria. También acompañan 'Flor de la Mancha', 'Copilotos' y 'La Salvación', embellecen inicios, aportan detalles, casi nada. En los bises asombra una tríada de impacto 'Los Perros', 'Antiaéreo' y 'Cariño', que sirve de cierre, y aparece en las pantallas la palabra Fin. Saludan, se despiden y suena por monitores 'Let's get loud' de Jennifer Lopez como hilo musical, y como colofón musical. El concierto de anoche de Arde Bogotá en Valencia les confirma que ya son muy grandes: su puesta en directo está a la altura de su éxito. Lo suyo ya es una realidad absoluta. Son imparables.
ABC.es