50 años de 'Al Alba', de Aute: así se gestó la mítica canción (y no fue por los fusilados de Franco)
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"Si te dijera, amor mío, que temo a la madrugada, no sé qué estrellas son estas que hieren como amenazas, ni sé qué sangra la luna
al filo de su guadaña.
Presiento que tras la noche vendrá la noche más larga
quiero que no me abandones
amor mío, al alba al alba, al alba
al alba, al alba"
El 20 de noviembre de 1975 muere el dictador Francisco Franco. Lo hace no sin antes darse un último baño de masas en la plaza de Oriente el 1 de octubre. Informe general, la película documental de Pere Portabella, es un magnífico documento de esa época, de los movimientos sociales y las tensiones de la transición ya en marcha.
Aute aparece ese año en el programa Voces a 45 de TVE interpretando Anda y Cuando duermes. El cantante se presenta con estas palabras: "Soy Luis Eduardo Aute. Escribo canciones porque me gusta hacerlo y además porque creo que la canción es un vehículo de comunicación de ideas muy importante". Todavía se le percibe hierático en escena. En el playback de Cuando duermes la cámara le sigue mientras camina, y hay un detalle de sus pies y de sus pantalones de campana. El cantante lleva camisa de manga corta y pelo largo. Estos regresos a TVE vienen a ser preámbulos de su decisión futura de cantar en directo.
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En abril de ese mismo año, el escritor Andrés Sorel publicó su libro Castilla como agonía, cuya presentación estaba prevista en la Galería Tambor, pero fue prohibida por la policía. Más tarde, en septiembre, son fusilados los últimos condenados a muerte del franquismo. A Sorel lo detienen junto con Brigitte Heinrich en la frontera portuguesa y le confiscan el pasaporte. La canción Al alba retratará en sus versos el ambiente claustrofóbico del régimen franquista agonizante. En sus memorias, el militante comunista recuerda unas líneas de solidaridad que le envió Luis Eduardo Aute, muestra fehaciente de su compromiso antifascista:
Gracias, Andrés, de verdad, por la información sobre tu libro. Espero y deseo que si intentara (la editorial) quemarlo en verano, sobreviva a la quema alcanzando el santo éxito cual Juana de Arco. Como sabes, ninguna guerra es en vano por aquello que quien juega con fuego... Un abrazo fuerte.
El caso de Sorel revela la manera en la que Aute se comprometía con sus amistades, ofreciéndoles su apoyo y solidaridad. Mientras el postrimero franquismo sigue golpeando, Aute escribe Al alba, una sacudida, un lamento. Parte de la leyenda de esta canción vino reforzada por el hecho de haber trascendido más allá de sus propios objetivos y situarse en un territorio mítico de lucha por la libertad y por la justicia. Aute me lo dejó claro en una de las entrevistas que mantuvimos en su casa:
La canción se vinculó con los fusilamientos, pero surgió antes. Es una canción de amor. Yo quería hacer una canción sobre ellos, pero no me salía. No quería hacer algo panfletario y dejé la idea. Entonces fui escribiendo otras canciones de amor y apareció Al alba, que no tenía intención política. Involuntariamente la narración de la canción evoca a alguien que iba a ser ajusticiado al amanecer. Cuando Rosa León la escuchó por primera vez me dijo que la canción parecía tratar sobre un fusilamiento, pero yo lo negué. Rosa la graba antes de que sucedieran. Al enterarse de la condena a muerte de los procesados, tuvo los cojones de dedicarles la canción en sus conciertos. De ahí que se vinculara a los fusilamientos. Es Rosa León la que la vincula a esos acontecimientos.
"Cuando Rosa León la escuchó me dijo que la canción parecía tratar sobre un fusilamiento, pero yo lo negué. Es una canción de amor"
El propio Aute ya la cantó en los estudios de Radio Nacional de España antes de que aquello ocurriese, por si quedaban dudas. En toda esta historia de Al alba importa el modo en que Rosa León hizo suya la canción, situándola en la órbita de esas últimas ejecuciones del régimen franquista que se producen el 27 de septiembre de 1975 en Madrid, Barcelona y Burgos. Ese día son ejecutados tres militantes del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota) y dos del brazo político-militar de ETA. Esos fusilamientos provocaron reacciones en cadena contra el régimen franquista, que moría matando. La pena de muerte no sería abolida hasta el año 1978 por el artículo 15 de la nueva Constitución. Ese mismo año, Aute graba su mítica canción, repleta de imágenes cargadas de desasosiego, como esos hijos nonatos escondidos en las cloacas, los buitres callados que extienden las alas, la luna que sangra al lo de la guadaña o las estrellas que hieren como amenazas. La noche, la oscuridad, en definitiva, como patíbulo y metáfora final del franquismo.
Al alba es una canción de muerte, como lo será el disco Sarcófago, grabado en 1976 y producido por José Manuel Caballero Bonald, y encomendado al emblemático verso de Gil de Biedma: "Envejecer, morir, es el único argumento de la obra". Otra de las citas que figuran en el disco nos lleva al mayo francés, a las calles de París, a la revuelta estudiantil, a las voces y los ecos de Nanterre y a una pintada anónima que decía: Crier la mort, c’est crier la vie (Gritar la muerte es gritar la vida). La tercera y última cita es de Woody Allen, el cineasta neoyorkino que decía que solo creía en el sexo y en la muerte, dos elementos básicos en el cancionero de Aute que vertebrarán temáticamente Espuma y Sarcófago. A través de las citas que sitúa estratégicamente en sus poemas y en sus discos, es posible rastrear sus influencias, los poetas que lee en la intimidad, a los que homenajea y en los que se mira.
Esos fusilamientos provocaron reacciones contra el régimen franquista, que moría matando. La pena de muerte no se abolió hasta 1978
Estos años setenta también los define la poesía que Aute ensaya y desarrolla en La matemática del espejo, en la que escribe: "Sería falso evitar la inexplicable astilla, el aguijón venoso / que provoca la palabra fuera de cita / el derrame involuntario y purificador / demasiado tiempo retenido / por la matemática del espejo / y la vergüenza que siempre empaña / ese instante apenas de trasparencia". El poemario se fecha entre 1970 y 1975, a la par que Aute labra la trilogía de amor y muerte formada por Rito, Espuma y Sarcófago. La matemática del espejo incluye poemas que luego serán canciones en Sarcófago. No será fácil hacer cantable el verso libre que sustenta aquel poemario lleno de osadía, imágenes y visiones.
La poesía de Aute es parte de su tiempo lírico y viene a romper con aquella poesía social de décadas anteriores. José Manuel Caballero Bonald bendice con su prólogo la tentativa:
Con un engranaje verbal que no oculta algún débito al surrealismo y que se inclina a veces, como un deliberado contraste dialéctico, hacia formas coloquiales, Aute ha pasado casi sin transición del cultivo de una lírica de cuño intimista al de una épica de extrovertidas argucias, entre cuyos tentáculos forcejean algunos de los más abruptos y tipificados signos de una sociedad atrofiada por su propia estulticia o su propia vileza.
Caballero Bonald se convierte no solo en quien lo espolea para volver a un estudio de grabación, sino en el mejor exégeta del recién nacido poeta. Analiza su tonalidad elegiaca e irónica, que también es propia de su pintura, e indaga en la naturaleza de su verso sentencioso, en el que no faltan la sátira ni el humor. Podría decirse también que en La matemática del espejo, más allá de su hermetismo, ya hay algo del futuro autor de los relampagueantes "poemigas".
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Catorce poemas de La matemática del espejo formarán parte del disco Sarcófago, que Aute graba en 1976. Entre ellos, Una ladilla, que abría el poemario y que puede servir de ejemplo perfecto para entender el sentido de la poesía de Aute, su cinefilia, su forma de autorretratarse a través de un collage lleno de referencias mitómanas y hasta publicitarias y en el que conviven la revista Cahiers du Cinéma, el mito de Marilyn Monroe, Grupo salvaje de Peckinpah, el cine de Jean-Luc Godard, la imagen de Gary Cooper en El hombre del oeste o Barbara Steele en la sala parisina Mac Mahon, citada también en Cine, cine. El poema, que funciona por acumulación, termina con la alusión al pubis en pantalla grande que se pudo ver en el documental alemán Helga, el milagro de una vida, fechado en 1967: "En España un pubis / en pantalla grande, Helga / soy poeta, dice / soy poeta, insiste / aunque ser poeta".
Aute navega la treintena. Fuma compulsivamente. Crea compulsivamente. Al alba nace de ese contexto oscuro y turbio del tardo-franquismo. En una pieza cercana al haiku titulada Efemérides escribe: "Nicho dilatado / llamado / mundo". Pasados los años, escribirá una canción titulada Feo mundo inmundo. La matemática del espejo responde con irracionalidad y onirismo a un mundo a veces insoportable. Pueden orientar al respecto títulos de poemas como Tímidos suicidios en ayunas, El terror que producen las uñas, De un tiempo a esta parte, El dolor cumplido o Un sarcófago lleno de muñones.
Entre los poemas de La matemática del espejo que Aute grabará en Sarcófago, destaca la sensualidad claustrofóbica de El ascensor por ser poema y canción rescatada por el cantautor filipino en su celebrado disco en directo Entre amigos, resonante ejemplo del Aute más pop que hacía giras en los luminosos años ochenta con Luis Mendo, clave en su evolución musical.
Analizar La matemática del espejo supone un ejercicio obligado y apasionante que no puede desligarse de la propia evolución de la poesía española contemporánea y del momento creativo de Aute, capaz de ofrecer en estos años los discos más arriesgados de su carrera. Nuestro protagonista pertenece a la generación del 68, a la que otros denominan Poetas del 70, y que viene a cuestionar a la generación anterior, practicante de una poesía social ajena en su mayor parte a las cuestiones formales. Pese a ello, no carece la generación del 50 de poetas de gran relevancia, como Claudio Rodríguez, Jaime Gil de Biedma o José Manuel Caballero Bonald, que no responden a los parámetros de la poesía social.
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Entre los cantautores de su generación, Aute era el más complejo en su forma de fundir la canción con el poema y viceversa. En su escritura era fácil hallar algún eco surrealista, pero también un gusto por las formas coloquiales y por una lírica intimista que, no obstante, sabía salir y denunciar un tiempo de injurias, injusticias y vilezas. En el equipaje abierto de Aute lo mismo podía viajar un poema de Paul Éluard que un eco contestatario propio del ideario del movimiento Canción del Pueblo. La afinidad con los heterodoxos y las vanguardias estaba presente en su poesía escrita o cantada, y era parte de esa realidad lacerante anotada en un cuaderno y del acontecer diario, de ese espejo al que el hombre y su guitarra acuden de tiempo en tiempo a mirarse para definir su propia encrucijada.
Caballero Bonald destacaba en Aute su capacidad para la sátira, que ya evidenciaban algunas canciones de Rito. Ante una sociedad injusta, el cantor responde con las armas líricas que tiene a su alcance hasta forjar una poética diversa en la que conviven la ironía con la elegía, el sarcasmo con el erotismo y el cultismo con las formas directamente populares. En estos años, Aute concibe un curioso autorretrato lírico que es también retrato colectivo de un mundo incomprensible que, al sentir adormecida la razón, produce monstruos de carne y hueso. En esa construcción tenían su importancia el humor y esa manera lírica de asomarse al amor, a lo íntimo, forjando una poesía sentimental que huye del hermetismo para encontrarse con una audiencia sumamente receptiva. El mejor Aute está presente en esa trilogía que forman Rito, Espuma y Sarcófago, y también en los poemas de La matemática del espejo, cuyo proceso creativo resulta paralelo al de las canciones de esos discos.
Sarcófago se grabó en 1976 y es una de las obras más audaces, rompedoras e inclasificables de Aute. La casa de discos le dijo: "Graba Babel y te dejamos hacer Sarcófago". De las canciones satíricas que tuvieron éxito a las canciones de muerte que escucharon cuatro, por mucho swing y bossa nova con los que Aute pretendiera aderezarlas.
"La muerte es un lugar", escribió Carlos Edmundo de Ory en uno de sus aerolitos. La portada de Sarcófago ya es toda una declaración de intenciones con la pintura de una maternidad con un feto numerado en sus distintas partes. El fracaso del disco fue el esperado dada su condición de obra minoritaria, crepuscular y elegiaca. En el conjunto de la obra de Aute, Sarcófago se erige en obra de culto que se sitúa en la antítesis de Babel, grabado un año antes.
La portada de Sarcófago ya es toda una declaración de intenciones
Aute elige catorce poemas de La matemática del espejo y los integra en Sarcófago sin atender a concesiones comerciales. El mundo que se despliega en el poemario pertenece a un poeta que ha alcanzado la treintena y revela las formas de su madurez, el fruto de la experiencia y la convulsión de un periodo intenso, el tardofranquismo, del que saldría una joya como Al alba, himno de transición mucho más elocuente, gráfico y estallante que aquel plomizo y conciliador Libertad sin ira de Jarcha. En Al alba hay un grito subterráneo muy parecido al del cuadro de Munch, al que Aute dedica el segundo de los poemas de La matemática del espejo y que funciona a modo de canción breve, recurso de concisión, o fogonazo lírico, una constante en su obra, que contiene también poemas de mayor extensión.
Lo onírico y lo irracional forman parte de la poética de Sarcófago. Tímidos suicidios en ayunas —título más que definitorio— está encabezado por un verso del poemario Flores para Hitler de Leonard Cohen que no se cita en el disco. Aute se siente atraído por el universo de Cohen, pero también le gusta marcar distancias con él, aunque José Ramón Pardo le incidía en 1978 en los paralelismos de sus respectivas obras. Aute reconocía que, al igual que le pasaba al genio canadiense, se sentía más poeta que músico. Ese amor a las palabras, el esteticismo y el sentido litúrgico los aproximaba, aunque había diferencias en la forma de penetrar en lo religioso, según percibía Aute: "A él le preocupa el tema religioso a nivel de contenido. En mi caso es más a nivel de estética, de ceremonia. Me interesa lo sacro como forma contraria a lo demoniaco". Esta visión la hallaremos también en la pintura y en la poesía del cantautor.
'Al alba' es un himno de transición mucho más elocuente, gráfico y estallante que aquel plomizo y conciliador 'Libertad sin ira' de Jarcha
Regresando a Sarcófago, Tímidos suicidios en ayunas ocupa el tercer lugar en la organización poemática de La matemática del espejo, pero es la que Aute elige para abrir el álbum. Siguiendo el orden que Aute establece en Sarcófago, El terror que producen las uñas aparece como el tercer poema-canción del disco y difiere de la ubicación que tiene en el libro, justo antes del poema que da nombre al libro. Aute escribe sobre el terror que producen las uñas cuando se clavan en el aire. El poeta brilla en el ejercicio de la metáfora y el uso febril de las adjetivaciones, como cuando canta aquello de "pupila ametrallada". La estrofa final se detiene en la estupidez, "que posee una peligrosa capacidad / para tomarse a sí misma en serio". En la quinta entrega de sus "poemigas", firmará un poema titulado De todo hay y encabezado por la siguiente cita de Einstein: "Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana".
Las canciones de Sarcófago exigen varias escuchas para ser asumidas por el oyente. No forman parte de ese cancionero de Aute más accesible que logró incorporarse a la memoria popular. Sarcófago asume su condición de obra minoritaria cuyo lenguaje críptico y esteticista huye del consumo de la mayoría. Lo sorprendente es que Aute —en la plenitud de su libertad creativa— pudiera edificar un disco de estas características en aquel 1976 que caminaba hacia el aperturismo y dejaba atrás las implacables cortapisas morales del finiquitado régimen franquista. Aute fija su pupila misteriosa en los objetos cotidianos, acumula imágenes fuertemente expresionistas y no olvida incorporar a sus canciones, como a sus poemas, señas inequívocas de humor negro. En De un tiempo a esta parte, cuarto tema del disco, nos entrega versos que deben ser más susurrados que cantados, más sugeridos que explícitos.
La matemática del espejo acoge varias citas y guiños que explican por sí mismos el universo intransferible de Aute. Habrá homenajes explícitos, como el dedicado al pintor Antonio Saura en el poema La pintura de Antonio Saura, que también se vestirá de canción obtusa y melancólica en Sarcófago. Siguiendo el esquema de las canciones breves, a Aute le bastará una sola estrofa de cuatro versos para dibujar un pensamiento, tal como revela Todo va bien. El dolor cumplido engarza con la portada de Sarcófago y es otro poema-canción —el que clausura la cara A del álbum— que sigue la máxima de la brevedad y que supone un aguafuerte de la maternidad, un viaje al origen, al nacimiento, a la concepción humana desde el dolor del vientre femenino de donde viene la vida misma.
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La vida pasa presurosa y apenas hay lugar para los instantes provistos de calma, de quietud luminosa a modo de una marea baja a la que abrazarse con la primera luz del día. Sarcófago es un disco existencialista creado por quien le está cantando a su propia incertidumbre, y transita por el retrato generacional y el collage pictórico de Una ladilla para entregarse después a las huellas del desorden, del miedo, del vacío que provoca la angustia en Una vez más, que sirve de apertura a la cara B del disco.
Resultará toda una experiencia creadora sumergirse en estos textos propios, cantar lo que en principio parece no prestarse a ser cantado, este equipaje de versos libres perdidos en un valle de lágrimas donde incluso hay lugar para representar una bañera llena de sangre en la que comparece el revolucionario Marat, cuyo rostro sin vida convertiría en pintura memorable Jacques-Louis David. En la canción Un sarcófago lleno de muñones Marat comparte plano con la actriz Jayne Mansfield, otro mito que acabó en desgracia —como Marilyn— al encajar mal los golpes de la vida y encontrarse a la parca antes de tiempo. El onirismo gótico de Aute imagina un sarcófago levitando y un pájaro embalsamado descendiendo en la noche. Los versos finales culminan con cierta ironía esta nueva rareza del repertorio más oscuro e intrincado del Aute de los años setenta: "Me duele la cabeza a guerra civil / y no me alivian ese par de aspirinas / Bayer / que me ofreces con tan buena voluntad".
Sarcófago llega finalmente a La matemática del espejo. En los ocho versos de este poema se condensa la poética de un libro hermético que pareciera dibujar las señas carnívoras de un tiempo oscuro.
Carlos Montero es el responsable de los arreglos del álbum, como ya había hecho en los otros discos de Aute durante aquellos años. Hay una conexión musical evidente entre este disco y los anteriores (Rito y Espuma) que completan esta trilogía de amor y de muerte. Las instrumentaciones potencian el discurso lírico de Aute. Pedro Iturralde es una presencia familiar en muchos discos de la época y aparece en los créditos tocando el saxofón. También destaca el sonido de las flautas de José Oliver, Vicente Martínez y José Domínguez. El piano es otro instrumento que ha de conferir matices musicales a los difíciles poemas que estructuran el disco. Para esta labor aparece el terceto de instrumentistas formado por Manuel Borriño, Agustín Serrano y Benjamín Torrijo. Las guitarras que se escuchan en Sarcófago son las de Carlos Montero y Fernando López Gómez. Completan la relación musical la batería de Tito Duarte y el contrabajo de Eduardo Medina.
Es un disco de aquel 1976 que caminaba hacia el aperturismo y dejaba atrás las implacables cortapisas morales del finiquitado régimen
De todo el repertorio de Sarcófago quizá sea El ascensor la pieza menos secreta del disco, ya que Aute la rescató en su directo Entre amigos, que marca una etapa creativa importante en su propia carrera en un momento de plenitud en el que se le sitúa como referencia clara de la canción de autor que se estaba haciendo por entonces en el panorama musical español. El ascensor es puro juego erótico y claustrofóbico, con uso incluido de una publicidad nada subliminal. Aute imagina a un hombre y a una mujer encerrados en un ascensor, sin posibilidad de escape, envueltos en un abrazo desesperado e histérico que termina por conducirlos a las regiones impúdicas del deseo como forma también de esperar la muerte, de oponer a ella la fiera certidumbre del sexo. Aute urde un relato curioso estableciendo dos tiempos musicales en un ejercicio parecido al que practicó en Una ladilla y que ejerce de contrapunto y desvío en el propio devenir de un disco tan inaccesible como Sarcófago.
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*Luis García Gil (Cádiz, 1974) es un autor polifacético en cuya obra se dan cita el cine, la canción popular y la poesía. Como especialista en canción su bibliografía es muy extensa. Es autor de biografías sobre Marisol, Raphael, Jacques Brel o Atahualpa Yupanqui, entre otros.
El Confidencial