‘Es más peligroso ir a zonas de conflicto hoy que hace 20 o 25 años’: Jesús Abad

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‘Es más peligroso ir a zonas de conflicto hoy que hace 20 o 25 años’: Jesús Abad

‘Es más peligroso ir a zonas de conflicto hoy que hace 20 o 25 años’: Jesús Abad
Es un día cualquiera en la exposición ‘Fin y principio’, de Jesús Abad Colorado, en la galería El Museo, en Bogotá. El fotógrafo documentalista llega al lugar para atender esta entrevista, sin embargo, los visitantes no pasan inadvertidos ante sus ojos, a quienes les empieza a comentar anécdotas o datos de sus fotos. Les da la bienvenida y les pide permiso para atender el compromiso por el cual está en El Museo, como si hubiera alguna culpa por no poder continuar respondiendo las preguntas atoradas en los ojos curiosos de las personas que aprecian sus imágenes.
Jesús toma aire y empezamos el recorrido por su exposición. Es una conversación entre fotógrafos que se inicia con el módulo de seis imágenes en blanco y negro en la pared del frente de la sala (foto de apertura), que es el más impactante para los visitantes porque la guerra les pega en la cara y muestra cómo terminó permeando el país, no solamente en el campo, también en las ciudades.
La primera imagen de la que hablo recuerda las famosas fotografías del desembarco de Normandía, más conocido como Día D, que marca el principio del fin de la Segunda Guerra Mundial. Muestra la tierra, el mar y el aire invadidos por la guerra, en palabras del fotógrafo. La acompañan otras cinco fotos impactantes: al lado izquierdo, un soldado del Ejército abrazado por cuatro cinturones de bala de ametralladora, que parece una armadura; en el lado derecho, paramilitares vigilan la comuna 13 en Medellín; abajo, hombres armados de la extinta guerrilla de las Farc posan para su lente; junto a esta, tres policías con escudos observan un desalojo en los altos de oriente, en Medellín.
Finalmente, a la derecha del módulo está una de las imágenes más reconocidas de Colorado, en la que un hombre con uniforme camuflado, botas de caucho y encapuchado da instrucciones a soldados del las Fuerzas Antiterroristas Urbanas, levantando el brazo a media asta y apuntando con sus dedos hacia las casas, un gesto que parece una sentencia, en medio de la recordada operación Orión. Esa foto fue testimonio del involucramiento de paramilitares en ese operativo que dejó más de 600 víctimas, entre muertos, heridos, desplazados y desaparecidos, según el Centro Nacional de Memoria Histórica.

El fotoperiodista Jesús Abad ha dedicado 33 años a documentar el conflicto armado colombiano. Foto:Andrea Moreno. El Tiempo

En la sala principal de la galería hay una decena de estudiantes universitarios que visitan la exposición por recomendación de sus profesores, que ven en esta muestra una oportunidad para que los jóvenes reconozcan el conflicto en el país, que, desde la lejanía de los salones de la ciudad, se ve distante y en blanco y negro. Jesús bien podría ser uno de esos maestros. Cuando los ve, no puede evitar preguntarles de dónde vienen, qué estudian, quién les dijo que vinieran, y contarles la historia de alguna de las imágenes.
Visitar ‘Fin y principio’ es más bien un peregrinaje, un viaje a un lugar muy parecido a un santuario donde nos encontramos con la muerte y el dolor de las víctimas del país en nuestra cara. Todas estas historias tienen nombres propios, como el de Luisa, una niña de 9 años, sobreviviente de la matanza de San José de Apartadó de 2005 y víctima de desplazamiento forzado que posa dentro de un árbol; o el de Leidy Lorena, que huye con una gallina en brazos de la masacre en Puerto Alvira, en Mapiripán.
La intención de Jesús con sus fotos es clara: que estos rostros tengan una identidad en presente y se queden en la memoria de las personas para que no haya olvido, para que las víctimas no terminen siendo una cifra más de los informes oficiales.

Habitantes de Granada, Antioquia, marchan tras una toma guerrillera el 7 de diciembre de 2000. Foto:Jesús Abad Colorado

¿Cuál es el hilo conductor de esta exposición?
Aquí hay una serie de imágenes que hacen un recorrido desde los inicios de mi carrera, en 1992, con la foto del tablero y la historia de Caín y Abel, tomada donde murieron 14 jóvenes que estaban prestando servicio militar. Ese fue mi primer ejercicio en el que me enfrento como fotoperiodista de El Colombiano a un escenario de guerra que también compromete a la naturaleza con temas como ataques a oleoductos y desplazamientos. En la exposición voy juntando los fragmentos de las verdades que tiene el país para narrar la historia desde las víctimas, desde los perdedores. Por eso, el nombre de la exposición, ‘Fin y principio’, porque en enero de este año, en el Catatumbo tuvimos más de 50.000 personas desplazadas por el enfrentamiento entre la guerrilla del Eln y las disidencias de las Farc. Con 33 años de experiencia, nunca había escuchado que tantas personas se desplazaran en una semana.
Después de tantos años cubriendo el conflicto, ¿qué lo mueve a seguir contando estas historias y a fotografiar la guerra?
En los años 70, mi familia tuvo que huir del campo a la ciudad. Mis abuelos fueron parte de los 300.000 muertos de mediados del siglo pasado. Nadie los nombró, solo hay un pequeño párrafo en El Colombiano, de una noticia de agosto de 1960 que dice que unos encapuchados entraron a la casa y los asesinaron. Esta es la historia repetida de siglos interminables. En las guerras siempre se pierde el nombre, se nos olvida que cada campesino tenía una historia, unos cultivos, unos animales y unos sueños. Yo quisiera que esto no se repitiera. Y mi trabajo se trata de nombrar para no olvidar.
En la exposición voy juntando los fragmentos de las verdades que tiene el país para narrar la historia desde las víctimas, desde los perdedores
¿Cuáles son hoy los desafíos de los fotógrafos documentales en Colombia?
Los primeros desafíos son el del respeto y la humanidad. Un reportero siempre debe mirar a los ojos. Si uno dice que va a publicar un artículo para contar una historia, ojalá se cumpla, si no, mejor no prometer nada. Como reporteros y periodistas nos enfrentamos a situaciones muy complicadas, pues hoy es más peligroso ir a zonas de conflicto que hace 20 o 25 años. Hay una proliferación de pequeñas disidencias de distintos grupos armados. Las Farc, así a uno no le simpatizaran, tenían un estado mayor y unos bloques que respondían por cada una de las acciones. Hoy las disidencias en el Cauca, Nariño y toda la cuenca del Pacífico tienen intereses en el enriquecimiento, por lo que no tienen un proyecto ideológico. Están buscando a través de la minería y el narcotráfico surtir mercados ilegales. Para nosotros como periodistas en regiones de conflicto, esas disidencias, todas multiplicadas, nos hacen difícil el trabajo, porque cada grupo está lleno de comandantes y no se sabe quién es quién.
En medio de la búsqueda de la inmediatez que atraviesa el mundo de la información y de las redes sociales, ¿qué opinión tiene sobre el cubrimiento de los conflictos, no solo en Colombia, sino en el mundo?
Hace dos años publicaba más de lo que publico hoy en X. Me estoy cuidando mucho más. Hay muchas personas con intereses de volverse influenciadores y protagonistas de la historia sin haber caminado el país, que no tienen formación profesional periodística o en ciencias sociales o psicología. El ejercicio de narrar la historia no es para los que estudiamos fotografía. Una cámara es muy fácil de manejar y hoy es mucho más sencillo publicar y hacer relatos a través de las redes sociales. Antiguamente, nosotros cargábamos rollo, cuarto oscuro y químicos para revelar fotos en los territorios y enviar a las ciudades. Había que esforzarse más. Hoy con un celular uno manda una fotografía a un periódico por medios digitales y se vuelve universal. En medio de esa inmediatez, la gente quiere es publicar y no hay un filtro. Hay fotos que yo me he demorado varios años en publicarlas.
En medio de esa inmediatez, la gente quiere es publicar y no hay un filtro. Hay fotos que yo me he demorado varios años en publicarlas
¿Qué tan cruda tiene que ser una imagen para generar una reflexión o un acto de conciencia sobre lo que se está contando?
Hay música que es bonita y hay música que ofende. En la narrativa hay formas de ver, de escribir. La ética no es una clase de estudiantes de filosofía. La ética y la estética tienen que ir siempre de la mano. Las imágenes tienen que sacudir, no producir ganas de no ver. Yo fui el primer periodista que entró a Bojayá, tengo las fotografías de las víctimas y vi sacar cuerpos de esa iglesia. ¿Cuál es la imagen que el país conoce? La del cristo mutilado. Quien ve esa foto entenderá que así quedó la gente. Lo que busco siempre es generar una reflexión, no odio o sed de venganza.
¿En qué está hoy su trabajo como documentalista? ¿Hay algún conflicto o situación de este que le llame particularmente su atención?
Si por mí fuera, me dedicaría solo a ver temas esperanzadores y a ver la belleza del país como nos la enseñó el fotógrafo y maestro Andrés Hurtado, pero hay conflictos que se olvidan. Lo que está pasando hoy en la zona del Catatumbo, el Cauca, el Chocó y el Putumayo es muy complicado. Hay un deber de ir para dejar un testimonio. En estos momentos, me estoy cuidando porque estoy en recuperación de una cirugía que me hicieron por una caída que sufrí en la cuenca del río Yurumanguí (Buenaventura). Pero quiero hablar de la esperanza porque yo creo que hay que dejar un testimonio de toda la riqueza de nuestro país. En los territorios, uno encuentra toda la belleza y todo el amor de quienes viven y tratan de conservar los bosques, de quienes siembran y mandan los productos para que en la ciudades nos alimentemos.

La colección ‘El testigo’ está compuesta por cuatro tomos que reúnen 700 fotografías de Abad. Foto:Cortesía El Museo

¿Hay algún hecho que lamente no haber documentado?
Hay varios que no pude documentar por falta de recursos, porque me robaron el equipo. En temas de conflicto todo lo que fue los canjes de secuestrados de las Farc. Me hubiera gustado contar esas historias. Si miro atrás, me hubiera gustado estar en el proceso de paz con el Epl.
¿Cuál es el conflicto activo que le hace falta cubrir?
Me han invitado a documentar varias veces la migración por la selva del Darién. No voy porque me quedo en la mitad del camino. Mi rodilla derecha me está molestando y, si aceptaba, sé que en algún momento iba a fallar. Lo otro es que no me gusta ir a hacer historias que son muy protagonistas en el momento. Hay otros trabajos que hay que hacer para la memoria, no para los premios.
Instagram: @andreamorenoph
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