Una cinta de agujeros, que se extiende a lo largo de kilómetros, recorre las colinas de Perú. Fue creada hace mil años con un propósito bastante mundano: la contabilidad.

Los arqueólogos han examinado los agujeros del Monte Sierpe en el desierto. Probablemente formaban parte del sistema tributario incaico.

La serpiente es tan grande que solo se puede apreciar bien desde el aire. Una franja de puntos oscuros se extiende a lo largo de un kilómetro y medio por el borde del cerro. Desde arriba, parece la piel escamosa de un reptil. Monte Sierpe, o Montaña de la Serpiente, es el nombre que recibe este lugar en Perú desde hace siglos.
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Tras una inspección más detallada, las manchas oscuras resultan ser agujeros de uno a dos metros de diámetro y un máximo de un metro de profundidad. Están dispuestos en filas regulares, algunos incluso revestidos de piedras; resulta evidente que fueron hechos por humanos. Es necesario aclararlo, ya que algunas personas encuentran el monumento tan extraño que solo les cabe una explicación: extraterrestres.
Esta hipótesis puede descartarse sin problema. Los arqueólogos Jacob Bongers, de la Universidad de Sídney, y Charles Stanish, de la Universidad del Sur de Florida en Tampa, junto con sus colegas, han examinado el yacimiento con mayor detenimiento. Ahora han publicado su interpretación en la revista «Antiquity»: Los agujeros se excavaron hace mil años y servían para medir mercancías, primero en el contexto del trueque y, posteriormente, para la recaudación de impuestos.
Desde el Imperio Chincha, pasando por el Imperio Inca, hasta EspañaEl monumento se construyó durante el Imperio Chincha. Sus gobernantes controlaron la región entre los años 1000 y 1400. Posteriormente, los incas conquistaron territorios cada vez mayores del actual Perú y finalmente también sometieron a los Chincha. Tan solo unas décadas después, en 1532, los españoles invadieron la región, con consecuencias devastadoras para la población local. Los españoles asesinaron a los líderes incas e introdujeron enfermedades como la viruela, que diezmó a gran parte de los habitantes nativos.
Su lengua, el quechua, que existe en muchas variantes, todavía la hablan muchas personas en la región hoy en día, y los legados arqueológicos de los incas, como la ciudadela de Machu Picchu a una altitud de 2430 metros, son mundialmente famosos.
Esta franja de agujeros, sin embargo, era conocida hasta ahora solo por especialistas. Se ubica en la franja desértica que se extiende hasta 80 kilómetros de ancho a lo largo de la costa del Pacífico peruano. Aquí casi no llueve; solo los valles fluviales ofrecen oportunidades para la agricultura. El Monte Sierpe se alza en la ladera del valle del Pisco.
Se observó por primera vez en fotografías aéreas de 1933. Bongers y sus colegas buscaban evidencia arqueológica, como fragmentos de cerámica, durante un estudio del sitio. En efecto, se encontraron fragmentos del periodo preincaico en la superficie, y los arqueólogos concluyeron que el sitio se había originado y utilizado durante esa época.
Los arqueólogos pueden refutar muchas explicaciones.El campo, que consta de aproximadamente 5200 hoyos, tiene unos 20 metros de ancho y se extiende desde el fondo del valle hasta la cima de la colina. Sin embargo, carece de una estructura uniforme; en cambio, los hoyos están divididos en bloques con disposiciones variables. Por ejemplo, un bloque podría contener doce filas de siete u ocho hoyos alternados, mientras que otro podría tener nueve filas de ocho hoyos cada una.
Los arqueólogos han descartado algunas teorías sobre la función de estos agujeros. Por ejemplo, en la Europa de la Edad del Hierro, algunos asentamientos estaban rodeados por hileras de agujeros que servían de defensa contra los ataques. Esto resulta muy distante tanto espacial como cronológicamente. Además, en Monte Sierpe no se han encontrado otros vestigios de fortificaciones, ataques ni armas.
En Lanzarote, se utilizan hoyos poco profundos para el cultivo de la vid; también se encuentran depresiones para la captación de agua o el cultivo en los Andes. Sin embargo, en el Monte Sierpe prácticamente no hay precipitaciones que puedan aprovecharse; además, el río Pisco está cerca y proporciona suficiente agua para la agricultura durante todo el año.
No se hallaron depósitos de cobre ni plata que sugirieran actividad minera, ni restos humanos que indicaran que se tratara de un cementerio. No se puede descartar la posibilidad de que sea un geoglifo, un dibujo en la tierra.
Se cree que la franja de agujeros fue originalmente un mercado.Para comprender mejor el fenómeno, los arqueólogos tomaron 21 muestras de suelo y las examinaron en busca de restos vegetales microscópicos, como polen y granos de almidón. Encontraron rastros de maíz, solanáceas (entre ellas, tomates y chiles), así como de campanillas (como la batata), malvas (como el algodón), calabaza y amaranto.

De esto concluyen que en los agujeros se colocaban alimentos y otros productos, y plantean la hipótesis de que Monte Sierpe se creó en tiempos preincaicos como un mercado para el trueque. Posteriormente, los incas lo utilizaron como herramienta contable para la recaudación de tributos. Cada sección de la franja perforada estaba asociada a un grupo social específico.
Su uso como herramienta contable es plausible.«Es una historia interesante», dice Markus Reindel, «pero un mercado debería ser fácilmente accesible, no remoto, en una pendiente pronunciada, lejos del valle». Reindel trabaja en el Instituto Arqueológico Alemán como experto en la arqueología de Sudamérica. Conoce bien el Monte Sierpe, explica por teléfono, y por lo tanto considera improbable que se utilizara como mercado.
La datación por radiocarbono del periodo preincaico se basa en una sola muestra, lo cual resulta insuficiente. La cerámica hallada en la superficie, perteneciente al mismo periodo, tampoco aporta mucha información, dado que existe una gran cantidad de este tipo de cerámica en la zona. El investigador está convencido de que, si se examinaran con mayor detenimiento uno o más de los agujeros, se podría obtener una datación que la sitúe en el periodo incaico. El sitio se ubica en una ruta principal que conecta varios centros incas importantes.
Reindel, sin embargo, considera plausible que aquí se recaudaran tributos y que los agujeros sirvieran como registros contables de «los productos de esta comunidad en esta zona y los de las demás allá». Lo que le sorprende es que los autores del estudio no hicieran comparaciones con otros almacenes de la región andina. «Hay grandes almacenes en varios sitios incas que aprovechan el microclima y, por lo tanto, optimizan las condiciones de conservación de los productos: papas arriba, maíz abajo, etc. Eso también sería concebible aquí en Monte Sierpe», afirma.

Claudia Obrocki / Staatliche Museen Zu Berlin / CC BY-NC-SA 4.0
Bongers y sus colegas comparan los patrones de agujeros en el Monte Sierpe con un componente central de la administración y contabilidad inca: los quipus, haces de cuerdas anudadas.
«Se trata de un sistema mnemotécnico, una ayuda para la memoria, como un nudo en un pañuelo, solo que mucho más complejo», explica Reindel. Los cordones anudados podían usarse para registrar números, y en fuentes coloniales, testigos contemporáneos describen cómo los administradores viajaban por el imperio con quipus, contando a la gente. No era una forma de escritura, aclara Reindel, aunque a menudo se supone lo contrario.
Evidentemente, no era necesario llevar un registro escrito. Monte Sierpe demuestra que la administración tributaria tenía resquicios legales y funcionaba a la perfección.
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